2008/10/14

La Vida es Experimentación

Si nos paramos un momento a pensar sobre "lo que significa la vida" veremos que es un pensar demasiado filosófico como para llegar a una conclusión productiva que no nos suponga una vida de reflexión en torno a sí misma. Por lo que no voy a perder el tiempo en ello, hay cosas más interesantes a las que dedicar reflexiones que a la vida en sí. Sin embargo, el hecho de "significar" es lo que quiero aflorar en mi mente... el significado de las cosas que resultan significativas en la vida.


Alguna vez he oido o leido que la vida es "todos aquellos momentos que eres capaz de recordar", es decir, en los que experimentaste algo que los convirtió en momentos significativos para tí, para tu propia experiencia, y que eres, por tanto, capaz de recordar. Y, puestos a seguir entrelazando palabras: es la experimentación de nuevas situaciones, estados de ánimo y sentimientos las que hacen que tu experiencia se amplie con esos momentos significativos en los que dio lugar dicha novedad y que, además, eres capaz de recordar.


¿Por qué me pongo tan filosófica ahora que voy a hablar de la experimentación? bueno ya lo iremos descubriendo...


Hoy me toca hablar sobre drogas, sobre varias clases de drogas... drogas que van desde la televisión y el amor, hasta la cocaína, pasando por el alcohol, tabaco, cannabis, speed, etc.


Bueno, sobre lo que es y lo que no es una droga hay mucha literatura, yo voy a utilizar el significado de "la sustancia que infiere y difere nuestro estado de ánimo y en los sentimientos", que puede ser utilizada conscientemente o no y que, cada cual, es libre de utilizar cuando y como quiera. Obviamente, trataré de no hablar de drogas legales e ilegales, porque la legalidad e ilegalidad de éstas me parece una memez de paternalismo-sobreproteccionista al amparo de intereses políticos que no me apetece analizar ahora mismo. Hablaré de mi experiencia personal sobre y con las drogas, sin tener mayor ambición que organizar mi propia mente y mis experiencias.


Para empezar, he de decir que soy una persona que tuvo una relación muy estrecha desde la niñez con algunas de ellas, como la televisión, que devoraba por toneladas con auténticas sobredosis y saturaciones gráficas. También he de decir que, al igual que el estado reprime con el resto de drogas, a mi me negaban el consumo exacerbado de ésta desde las "altas esferas" familiares (bueno no mucho más altas de lo que yo puedo ser hoy en día) pues no veían interesante ni acertado mi continua intoxicación gráfica de información manipulada y valores tradicionales y retrógrados. Aunque, al mismo tiempo que me controlaban el acceso a mi droga, me intoxicaban contra mi voluntad con asqueroso humo de tabaco, que sin mi consentimiento y contínuas quejas hacia mi padre, tragué hasta la saciedad en mi niñez.


Además de estas dos, desde pequeña, la gente de mi alrededor me preguntaba si tenía novia, si me gustaba alguien y se obsesionaba en explicarme la sensación mariposeante del amor. El amor por lo visto era una "droga buena" a la que tendría que habituarme y que tendría que desear. Es decir, en la niñez, tuve un pronto acceso a ciertas drogas, algunas por propia voluntad, otras, en cambio, me fueron impuestas y, tanto unas como las otras, fueron parte de una pronta experiencia que me llevaría a siguientes experimentaciones.


En la pubertad cuando en mis círculos cercanos, el resto de personas de mi edad, experimentaban con drogas como el tabaco, el cannabis o el alcohol, seguí fiel a mis apetencias de experimentación; que en ese caso fue una inapetencia más bien, pues me dediqué a observar los efectos de esas drogas en el resto, sin consumirlas. Era, a mi entender, otra forma de experimentación sistemática, en la que yo era una observadora que interactuaba con ellas y a las que sometía a pruebas que engrandecían su propia experiencia y mi conocimiento. Aunque yo no las ingería pues pese a que en casa nunca me prohibieron su ingesta, siempre me aconsejaron y explicaron los efectos de éstas y, más concretamente, los efectos que tenían en el consumo durante "el crecimiento" (debe ser que además de lo que me explicaron también debían acelerar el crecimiento y por eso me quedé tan pequeña). Entre otras cosas, entendí desde el principio que sin dinero las drogas no eran accesibles, pues eran numerosas las veces que tenía que prestarselo a alguien; motivo por el cual les decía que siempre tendría tiempo de probarlas cuando tuviese tiempo y dinero.


En aquella época observé sus reacciones, sus ebriagadoras alegrías y sus pesadas desilusiones y tristezas. Experimenté, mediante sus comentarios y las conversaciones que manteníamos, las sensaciones que les proporcionaban las drogas que se iban animando a consumir. Digamos que fui su vitácora, en casos, a la cual recurrían para completar sus lagunas "del día despues". Era el goce de la libertad del autodescontrol, la alucinación, la realidad que subyace a la aparente y tranquilizante norma.

Posteriormente, pasados unos años, tendría yo alrededor de 21 o 22, cuando me dio por autointoxicarme con destilados alcoholicos. No soportaba ni la agria cerveza ni el vomitivo kalimotxo, por lo que elegí el dulzor del licor 43 para empezar mi autexperimentación de ingesta etílica y auto-observación de sus efectos en mi persona. De ahí, pasé al Vodka y, despues, al Ron. Hoy en día me quedo con la agria cerveza, cuanto más oscura mejor. Cómo cambian los gustos...


Sin embargo, los efectos siguen siendo los mismos. Risas en principio y somnolencia cuando la intoxicación es excesiva. Aun presumo de que nadie me tuvo que llevar nunca a casa y que los comas-etílicos no son santo de mi devoción, por eso no los visito. Sin embargo la ebriaguez "controlada" es una sensación que considero curiosa e interesante aunque no necesariamente dependiente del alcohol. Me parece más bien una sensación que no nos han enseñado a generar desde la propia naturaleza o tecnología (si lo preferís) de la subjetividad de cada persona, motivo por el cual se recurre a la sustancia que es artífice de la sensación que nos apetece experimentar. Exactamente lo mismo que me pasó con las setas alucinójenas en Amsterdam, vaya cantidad de sensaciones jocosas que merecen la pena experimentar, eso sí, tardé 5 días en tener la tranquilidad suficiente como para comermelas con tranquilidad (y que no me sentaran mal) y al lado de otra persona que ya las había provado en, al menos, dos ocasiones previas. Las risas y sensaciones son indescriptibles y me parecen muy dificiles de trasmitir mediante el blog.


Tras el alcohol, probé con otras sustancias, quería vivir las experiencias que vivieron otras anteriormente, pero con la "seguridad" de saber lo que hacía y los posibles efectos que podían tener. Probé el cannabis, aunque al no poder fumar, seguramente por el asco que cogí al humo del tabaco de mi padre en la niñez, tuve que probarlo mediante el arte culinario y me decanté por la repostería, lo dulce siempre entra mejor. Así que hice unos suculentos bizcochos a los que les he cogido cariño, pese a que no suela ser una práctica habitual su uso. El efecto en mí ha sido similar al del alcohol en cuanto a las risas o la somnolencia pero con mucha más virulencia, y no ha dado lugar la desinivición que en el caso del alcochol si suele ser aparente. Bueno, es cierto, no necesito mucho estímulo para llevar una vida desinivida, pero aun así se nota.


Tras varias ingestas de bizcochos de marihuana, distintas borracheras, procesos de amor y desamor, de los que no he hablado, pero que sin duda se han ido intercalando y sucediendo con el resto de drogas, llegué a otras, como son el speed y, posteriormente, la cocaina que he probado este último año, con 25 cumplidos. Sí, hasta los 25 no he probado las últimas dos drogas, pero ¿por qué habría de probarlas antes? Ahora era un buen momento, sin preocupaciones, con suficiente dinero como para costearmelo sin pedir prestado, etc. Era un buen momento. Y ha sido otra nueva experiencia aunque, al contrario que lo que me trasmitía la experiencia agena, éstas últimas no me han parecido de gran interés, pues la excitación necesaria para dar votes toda la noche la llevo de serie y no me resulta estimulante que se me caiga la mandívula por un exceso de alguna de ellas, además lo de hablar rápido y mucho me viene de familia y al consumir éstas dos, monopolizo la conversación que es un asco, por lo que no les veo aliciente alguno.

Hoy en día, me planteo todavía experimentar con alguna otra como el MDMA (creo que se escribe así...) y alguna otra seta alucinójena diferente a las que probé... Y, pese a que no me resultan imprescindibles en mi vida y, considero, que no lo son, seguramente, para la vida de nadie, creo que todas las personas deberían experimentar con ellas, lo mismo que hay que experimentar en las relaciones sociales, sexuales, en el ámbito laboral dedicandonos a diferentes cosas, etc. En la experimentación está la grandeza y riqueza vivencial y la capacidad y actitud crítica necesarias para las posteriores relaciones, sensaciones y sucesos de cualquier índole. La verdad es que nunca entederé a las personas que se dedican a hacer una pobre y demagógica lectura del resto de la sociedad mientras su experiencia se limita a lo que desde casa ven por televisión... que asco de droga ésta última.

Un Saludo

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