2009/12/29

The mortality of memories II -Mucho más que una simple pérdida de una instantanea-

Siempre es triste la mortalidad de la memoria, pero más triste es asesinarla. Pero aun así no es el único problema el hecho de que nos acostumbremos a pasar las vacaciones a traves de nuestro objetivo sino que, con el tiempo, acabamos haciendo eso mismo en la vida. O tal vez no sea a causa del tiempo, es más, puede que sea a la inversa: Tal vez sea la manera encapsulada que hemos tenido en a vida la que nos  haya llevado a vivir las vacaciones de la misma manera, a traves de un objetivo. Pero en este caso aun es más grave, porque si hubiese sido al contrario la solución era simple.

Cuando hablo de vivir la vida de una forma encapsulada, me refiero a todas esas sencillas escenas cotidianas que observamos, analizamos y juzgamos; más, menos, pero siempre juzgamos. Y juzgar que juzgais es estar juzgando mucho... Como fuera, en esas situaciones cotidianas observamos a una persona, un tiempo y, tras ese tiempo hacemos una valoración sobre el aspecto que más nos haya sorprendido de ella, el que más nos haya llamado la atención. Realmente da lo mismo cual sea. Inmediatamente haremos una valoracion de éste y una observación. En el momento en el que estamos valorando y haciendo la observación ya estamos juzgando. Normalmente no tratamos de ponernos en el lugar de la otra persona, no actuamos de una manera empática, sino de una manera egoista ya que valoramos desde nuestra visión encapsulada, no abriendo nuestro horizonte y, muchas veces, pretendiendo que lo que pensamos sea lo mejor para ambas. Decidimos lo que queremos proyectar sobre la imagen que tenemos de esa persona y la vemos bajo nuestro propio juicio de valor, admitiendo, a veces, en el mejor de los casos, que podemos equivocarnos.

Básicamente, a mi modo de entender, el mayor problema de esto es el cegarnos, obcecarnos en mirar a las personas en vez de preguntarles, en vez de penetrar en ellas, en vez de conocerlas. En una mirada, de más o menos tiempo, suponemos haber visto en ella lo más bonito o lo más horroroso desde nuestro enfoque... no desde más allá. Pero la magia siempre está en el más allá, cuando cambiamos el enfoque de nuestra mirada, pues la nuestra no nos parece ni más céntrica ni mejor ni peor que el resto; cuando, al cambiar, estamos ampliando nuestros horizontes y es, justamente ahí, cuando podemos colocarnos en el enfoque de la otra persona. Si bien es cierto que la persona observada, a su vez, podrá ser de mira estrecha o ámplia, el habernos podido internar en su enfoque habrá aportado mucho a nuestra capacidad crítica, a la empática, a nuestro conocimiento sobre lo que nos rodea.

De todas formas, si sois un poco pacientes os lo voy a explicar lo más gráfico que se me ha ocurrido hacerlo:




Pero, mientras observabamos a la persona y le dibujabamos o creiamos ver su horizonte, un hermoso atardecer en el horizonte que veíamos para ella, no nos poniamos en sus ojos que, además del horizonte que sabía que el resto estaba viendo, estaba observando lo más bonito que crean los atardeceres que, ni de lejos, es el ocultamiento del sol en sí. Esa persona lo veía y en cuanto se ha cambiado el enfoque de las observadoras, de las que hasta ahora habían juzgado sin saber, sin querer realmente conocer, resulta que han encontrado un nuevo atardecer o multitud de ellos que han sido originados a partir del cambio de perspectiva. Al no haber una única perspectiva hay muchos horizontes, todos tan bellos como el primero, o más. Sin embargo, teniamos que ponernos en los ojos de la observada para, a su vez, poder ser observados por nosotras. El momento de cambio de perspectiva, es el momento de magia, de conocimiento:






















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