2008/07/15

Ante el nombre del Amor, de la Fidelidad y del Santo Matrimonio, Amén.

Hoy en día, y desde hace muchos siglos, las relaciones estables entre personas han estado basadas en el amor. “No importaba” en este caso con quién “se acostase” cada individu@, se constituía un núcleo convivencial en torno al amor, si bien es cierto que en el caso de la homosexualidad, ni legal ni socialmente se entendía como amor. De todas formas, a modo de justificación siempre se tiñó de amor para que terceras personas no lo tachasen de perversión.


El amor ha sido práctica siempre unidireccional y recíproca, o al menos así se ha hecho constar. Por supuesto a estas dos les acompañaba el “hasta que la muerte os separe” (la eternidad del amor), lo que trae consigo la obligación de estar con la “media naranja” hasta que la vida les sea exprimida.


Para que el amor “dure” toda la vida tuvieron que inventar algo que en sí reforzase y perpetuase “el amor”. Así nos vendieron el matrimonio. El matrimonio ejerce una doble función sobre la pareja (digo pareja porque aun no existe el poli-monio y sólo pueden casarse dos personas), el hecho de ser fiel mantiene unidas a ambas partes contratantes mientras se escudan en que la fidelidad proviene del “amor mutuo”. Por otro lado, el hecho de haber firmado un contrato de por vida hace que les obligue a ser partícipes de esa mutua fidelidad.


Veamos los tres elementos de la trinidad por separado:


Por un lado tenemos el respeto, el cariño, “el amor”, la empatía, etc.; sentimientos, todos ellos, que se los debemos a la pareja. ¿Sólo? No, curiosamente el cariño se lo podemos ofrecer a muchas personas del entorno; el respeto a todas las personas por el hecho de nacer; “el amor”, dependiendo de qué variante de éste elijamos, a l@s progenitor@s, a l@s hij@s, a l@s amig@s, etc...; la empatía a un reducido grupo de personas muy afines. Aunque haya podido desglosar los diferentes sentimientos, realmente, a la pareja, únicamente, se la ama –“empatizo mucho contigo mi amor”, “te respeto cariño”, “te amo”– (obsérvese qué frases se usan y cuáles no), todo se reduce (disfraza) al amor.


En segundo lugar analizo el uso del sexo en la pareja. El sexo “con amor” se reduce a la pareja y sólo es practicado en ésta. El resto es darse a los placeres y entraría a clasificarse en el campo de las perversiones y el vicio (los machotes, las “zorras”, las infidelidades, la prostitución, etc...).


Tanto en la institución del noviazgo como en la institución matrimonial se hace apología de este amor, basado en la monogamia, y por lo tanto, en relaciones sólo dentro de la pareja. A esto se le llama fidelidad. No se es infiel por compartir los sentimientos con l@s amig@s o familiares, tampoco porque te vayas de fiesta, viaje, etc... con ell@s. Solamente se es infiel cuando, tras desnudarse, se comparte el placer sexual con alguien diferente a “La Pareja”. En eso se basa la fidelidad dentro de la monogamia.


Por último, el matrimonio no es más que la ilusión que medra el entorno de cada persona en torno al amor. Un amor y una fidelidad, por lo tanto, que tienen como única salida, social y sexual, un matrimonio que con el tiempo se han acostumbrado a verlo como “el nido de amor, cuna de la fidelidad”.


Tras comprender que la única institución socialmente aceptada, en cualquiera de sus modalidades (matrimonio, pareja de hecho o noviazgo), es la pareja monogámica (por lo tanto fiel), es cuando creo que deberíamos empezar a plantearnos que no tenemos que seguir los patrones que nos han hecho interiorizar. Es un buen momento para no andar hacia lo que actualmente (moralmente) es políticamente correcto, un buen momento pues para empezar a debatir otras formas de organización convivencial, sexual y efectiva. Por lo cual no tienen por qué darse estas dos últimas para poder convivir y no hace falta convivir para que las otras dos sean un hecho.


El principio que tiene que regir una nueva organización convivencial es la libertad, por lo que no puede estar basado en un contrato. Para que esa libertad pueda ser posible hay que dotar a las personas de derechos individuales, no a las instituciones. Hay que arrebatar a las instituciones lo que de por sí debería ser un derecho de las personas, individualmente.


Por esta libertad que he mencionado, una institución no puede otorgar privilegios a las personas que la conforman. Por ser un matrimonio no se debe otorgar el derecho de reducción de impuestos, declaración de herencia o renta conjuntas o ayudas sociales a familias. No. Estos y otros derechos son, o deberían ser, innatos a las personas por el hecho de nacer. No hay que socorrer a las instituciones sino a las personas. Este ejemplo no tiene peso argumentativo y, además, la gente en un ademán de egoísmo y poca solidaridad, puede no querer renunciar a los privilegios que el hecho de ya pertenecer a estas instituciones les otorga. Para la gente insolidaria he de decir: “Por el hecho de nacer poseeríais derechos, que no se anularían por constituir con otra/s persona/s una institución, pues el derecho es innato y común a vosotr@s y con él recorreréis la vida, sea cual sea vuestro proyecto o sistema de organización convivencial. Por lo tanto, para l@s que no nos gusta lo existente, no nos privéis de disfrutar la vida de un modo, a nuestro entender, más apetecible.”


Estos tres elementos que son base del continuismo y la tradición pueden sin ser reformados interpretarse de otros modos. Desde luego para mí la fidelidad no es el hecho mantener relaciones con la pareja de cada un@, ni el amor es la base de nada, ni el matrimonio la cuna del amor, ni única forma de organización convivencial.


La fidelidad es el acuerdo. Es el hecho de respetar los limites de cada un@ y los acuerdos alcanzados con l@s demás. En el particular caso de la pareja como institución, los acuerdos están preestablecidos, son los que corresponden al particular contrato (contrato tradicional, por lo que es más difícil de romper que el legal) de dicha institución. Toda persona que quiera vivir el sexo de una manera diferente a lo permitido en dicho contrato ha de hablarlo con la multitud de parejas, tríos, etc... que pueda ir conformando, dejando clara su percepción de la fidelidad, del amor, del sexo, la pareja, etc... Básicamente, esto quiere decir que la pareja sí es una institución, con sus reglas (leyes orales y constituidas a partir de costumbres), sus privilegios (derechos) y obligaciones.


Desde esta perspectiva de institución queda clara mi postura de lo construido en torno a ella, ni el noviazgo, ni las posteriores instituciones (matrimonio y/o parejas de hecho) pueden ser generadoras de derechos y/o privilegios. Tienen sus reglas y quien quiera puede asumirlas, pero con los derechos que deberían ser de las personas, no debería jugarse. Y por lo tanto en este juego institucional, la regla de la fidelidad (entendida como no acostarse con otr@s) vigente hoy en día, y poseedora de tanta fuerza (moral y legal, si no mirad el caso de “abandono del hogar” o similares hechos que rompen el matrimonio) social, debe ser sólo entendida en este entorno: en el de la institución (en cualquiera de sus formas) basada en un ente irreal que lo llaman amor y, a su vez, lo basan en la fidelidad (no “acostarse” con nadie fuera de la pareja) mutua. Institución que además genera desigualdad pues no se tiene la misma percepción social del papel de ambos participantes.


Much@s me dicen que si es por esto último, se puede trabajar para que la visión de las dos partes de la pareja sea igualitaria. Yo no soy partidario de reformismos, pese que a veces pueden ser útiles, pienso que la institución de la pareja se formó a partir de la construcción de una moral concreta de la que no me siento partícipe; por tanto, abogo por plantear otras formas (nuevas, más o menos) de concebir las relaciones interpersonales y organización vivencial.


El particular caso de la homosexualidad es un gran ejemplo de evolución hacia “una mentira”, para así ser socialmente aceptada o tolerada al menos. En el caso de la heterosexualidad no tenía forma de evolución hacia “la mentira” pues vive inmersa en ella desde hace siglos.


Justamente, por todo esto, para mí la fidelidad es el plantear abiertamente los límites y apetencias de cada un@, en todo en general y en el campo del sexo en particular, y ser fiel a lo planteado y acordado entre las personas con las que de un modo u otro nos relacionamos. De este modo no se adecuaría el sexo a la monogamia, sino que el sexo se viviría libremente, y como libres serían la persona y la vivencia del sexo, libre sería cada un@ de vivir sus relaciones como quisiese, bien basándolas en la monogamia, la poligamia u otras formas.



(escrito el 29/09/2006 y traido para vosotras porque le tengo un cariño especial a este texto, vete a saber porqué)

4 comentarios:

Pat dijo...

pues estupendo que lo hayas traido ;-) me ha gustado
un saludo y disfruta de tu viaje! yo en breves me voy también :-)
pat

Unknown dijo...

Pasalo bien tu tambien de vacaciones... y ya nos seguriemos leyendo a la vuelta. ;)

Un Musu

Anónimo dijo...

bueno no he releido este texto porke ya lo hice hace algun tiempo, recuerdo ke me gusto y ke estaba de acuerdo con lo ke en el expones, he releido el ultimo parrafo, y añadiria ke ademas de establecer abiertamente los limites y apetencias y ser fieles alo acordado, la fidelidad es ser capaz de mantener una constante comunicacion ke permita revisar esos limites y esos acuerdos en todo momento de manera no traumatica, es decir ke los limites y apetencias pueden variar y por tanto deben estar sugetos a revision si hay necesidad pero esto debe ser algo habitual en cualkier tipo de relacion

Unknown dijo...

estoy completamente de acuerdo con tu apreciacion y, si no lo puse en su momento, desde luego es una dea que hoy en dia no se me ocurriria no plasmar. ;) muchas gracias por la sugerencia.

Un Saludo