2009/02/13

Apología del Uso del Femenino (Revisión del texto)

Si vamos a hablar de educación lo haremos de seres que educan y de seres que van a ser educados, hablaremos, por tanto, de agentes activos y coparticipes en procesos de educación y maduración. Vamos a hablar de personas.

Para empezar, tratemos de definir cuales van a ser los sujetos activos del proceso educativo, lo van a ser hombres y mujeres de edades tempranas que acuden a centros escolares, en los cuales, con la cooperación de la familia, se trata de transmitir una serie de conocimientos, valores y patrones de conducta a esas personas, niñas aún, que demandan el saber para poder vivir acorde con la demanda social.

Esos hombres y esas mujeres que en la primera etapa de su vida necesitan de modelos para interiorizar todo ese cúmulo de saberes que la sociedad venidera les va a ir demandando, será impartido a su vez por otras personas. Personas éstas, hombres y mujeres, que con anterioridad habrán interiorizado y trabajarán, practicando con su ejemplo, los modelos de conducta de las niñas que en un futuro cercano serán adultas como ellas.

Por tanto no estamos hablando de hombres y mujeres, no diferenciamos educadoras de educadores, pupilos de pupilas, o madres de padres. Serán todas ellas, personas, que con los condicionantes de profesión o responsabilidad familiar que hayan adquirido, participarán en el proceso evolutivo de las infantes sin condicionante de sexo, pues no será éste factor determinante en la educación que reciban nuestras hijas ni nuestros hijos.

Resumiendo, los sujetos activos del proceso educativo, tanto si presentamos a estos en condición de educador como de educando, serán valorados en su totalidad bajo la única condición que los asemeja, serán todos ellos personas. Por tanto, como personas que serán, educadoras o educadas, trataremos de no diferenciar entre ellas por motivo de sexo salvo, si nos vemos obligadas, para definir la situación de opresión histórica que hayan podido sufrir algunas de estas personas por la condición sexual o de sexualidad que se las atribuía.

Al principio mencioné a los sujetos activos de la educación que en el caso que expondré serán las niñas quienes generen y gestionen, entre ellas y mediante la figura de la profesora, el progreso de su saber. La profesora será una mediadora u organizadora cuya función será proveer de experiencias enriquecedoras a las niñas para que el desarrollo cognitivo de estas alcance cotas altas de madurez y empatía.

Por otro lado, he sugerido que las personas que van a garantizar la optimización de este proceso como personas adultas, educadoras en funciones, debieran practicar con el ejemplo. Para este menester no sirve cualquier tipo de ejemplo, la educación es algo en lo que participan muchas variables y entre las que hay que saber discernir entre las que pueden resultar más determinantes en los procesos de maduración e interiorización de actitudes y las que pueden no serlo tanto. Entre esas variables cada educadora deberá plantearse cuales resultan idóneas a su pensamiento y metodología educativa para no llevar a cabo una educación poco coherente entre el mensaje enviado (conocimiento conceptual) y ejemplo dado (conocimiento procedimental). Ante todo la educación ha de ser, siempre, coherente; sobre todo para no perder la confianza de la persona educada al darse cuenta de las incoherencias que hay en la figura de respeto y admiración que es la profesora (o progenitora).

Respetando la coherencia de nuestros actos cotidianos con la conceptualización que hacemos y transmitimos sobre la vida a nuestras alumnas, deberíamos, pensando siempre el la calidad del proceso educativo, tratar de dar cohesión a esos mensajes que transmitimos mediante el ejemplo y mediante la palabra, y el modo en que trasmitimos esos mensajes.

La educadora ha de darse cuenta de que no puede plantear a una alumna que fumar es malo si ella fuma y las alumnas ven a su figura de apego y admiración fumando. Igualmente, saliéndonos del ejemplo visual, una profesora que hable del tabaco sin adjetivarlo para darle un sentido negativo a la acción de fumar, no estará apoyando la idea de que fumar es malo en frases como: “No fuméis tabaco”. Habría de decir el motivo por el que no se ha de fumar, o habría de adjetivar la frase con adjetivos que describan la nocividad del tabaco, p.e: “No fuméis el cancerígeno/maloliente tabaco”. Como podemos observar el uso que hacemos del lenguaje es el que da cohesión a nuestro trabajo pedagógico, dándole coherencia al mensaje respecto al ejemplo y a las formas del mensaje en sí, y además es el que potencia un uso del lenguaje correcto y no discriminatorio.

En el caso del género y la sexualidad que es el tema que me impulsa a escribir, el ejemplo afectivo que demos tendrá, obviamente, impacto directo en la coherencia del mensaje, pero no lo tendrá menos la forma en que transmitamos ese mensaje. Por tanto el modo en que usemos la lengua será directamente interiorizado por las alumnas.

El uso del lenguaje ha de ser forzosamente no sexista ni excluyente. Primeramente, observaremos el género gramatical de las palabras que usamos y el modo en que inconscientemente se deja a las mujeres invisibilizadas por la elección del género masculino en las frases en las que el mencionado género aglutina, según el saber popular, a los niños y a las niñas en una misma acción, p.e: “los niños juegan en el recreo” o “los que hayáis terminado podéis jugar”. En ambos casos, el uso ordinario del lenguaje diría que todas las niñas estaban representadas en esas frases, pero la verdad es que “niños” y “los” no tienen capacidad de englobar nada, porque no son genéricos sino generistas, es decir, que incurren en que la separación, invisibilización y segregación por géneros siga existiendo pues lo potencian.

Por tanto, una profesora o progenitora que esté pensando en educar a la niñez para que, al ser adultas, tengan una serie de conductas cívicas y valores de equidad, empatía y afectividad determinados, tendrán que pararse a pensar un momento de que modo quieren transmitir el mensaje que les llegará a sus pupilas. Y por esto mismo, tendremos que pararnos a pensar todas las personas el modo en que estamos día a día elaborando nuestros discursos, si estamos usando genéricos reales o, si por el contrario, estamos potenciando la separación por géneros.

Podríamos, por tanto, identificar los genéricos reales que existen en el idioma que utiliza cada persona y tratar de observar la idoneidad de algunos de estos en la elaboración de nuestros futuros discursos. Podremos de esta manera valorar los genéricos que reconocemos fácilmente en nuestro lenguaje, su uso cotidiano y el que podemos hacer una vez sepamos identificarlos y determinemos que el uso apropiado de ellos es uno u otro.

1.En primer lugar podríamos mencionar las dobles formas de género gramatical, es decir, ya que el masculino no engloba a ambos sexos sino que en esa forma de uso supedita el uno al otro, para solucionarlo podríamos usar las dobles formas genéricas. Ej: “los hombres y las mujeres se reunieron en el consejo escolar” o “las niñas y los niños jugaban en el recreo”. Esta es una forma real de incluir a ambos sexos porque se explicitan ambos.

2.En segundo lugar tenemos los genéricos reales. En todos los idiomas que se identifican las cosas según su género, tienen también palabras con sentido global de uso, es decir, que reducen la categoría del genérico que habitualmente usamos a lo que realmente es, dejando como genérico real la palabra que engloba a ambos géneros, ej: “persona, gente, población, infancia, niñez, profesorado, alumnado, funcionariado...”.

3.En tercer lugar tenemos el uso de los nombres abstractos. Ej: asesoría, tutoría, dirección, jefatura, titulación, licenciatura, abogacía, judicatura... Con este tipo de palabras podemos dar una alternativa a frases supuestamente genéricas como las siguientes: “Se necesitan titulados superiores en química” o “Si necesita invertir venga a consultar con nuestro asesor”, poniendo en su lugar estas otras que si lo son: “Se necesita personal con titulación superior (licenciatura) en química” O “Si necesita invertir, venga a nuestro servicio de asesoría”.

Son ejemplos estos del uso cotidiano que podemos hacer del lenguaje. Sin embargo, no todos los usos son realmente igualitarios pues no todos los usos de los genéricos (como el ejemplo de las dobles formas) aglutinan sin segregar o supeditar un género al otro y por ende un sexo al otro. Y, por otro lado, crea textos tan largos y repetitivos que desvirtua el sentido del mensaje. Incluso, hiperpotencia la división genérica y sexual, pues reafirma y repite continuamente una estructura que hace una diferenciación entre ambos.

Pero vayamos, por un momento, al origen de los genéricos históricos, para volver luego sobre los que propongo. No vaya a ser que la gente piense que no tienen razón de ser. Históricamente, como comentaba anteriormente, se han usado los masculinos como genericos, suponiendo que incluían a todas las personas bajo sí. Históricamente el hombre ha sido tratado como eje egocéntrico desde donde se ha mirado el mundo, ellos valoraban, escribían y decidían sobre el resto y, por tanto, en ellos se incluía el resto, porque ellos eran la única esfera social del momento. A lo cual, al empezar el auge del feminismo, hubo que inventar alguna excusa para no dar la razón a quienes decían que el lenguaje era machista y patriarcal, para lo que dijeron, que era un error pensar que el hombre había sido tratado como centro del lenguaje y de la sociedad en sí. Para lo cual, trataron de explicar que el concepto “ser humano” era el artífice de un lenguaje masculinizado y que, ese mismo concepto, era el genérico que hacía igualitario el lenguaje por encima de los argumentos que exponían las feministas. Que gran falacia de quien no quiere reconocer sus errores. Analicémoslo.

El concepto y las palabras que forman el “ser humano” son dos: “ser” que puede ser tratado como verbo o sustantivo, y “humano” que es un sustantivo que tiene tanto forma masculina como femenina, por lo que nos supone menos problema para la explicación posterior. Pero el “ser” en su forma verbal no tiene género como cualquier otro verbo y, en modo sustantivo, acepta también tanto el masculino como el femenino: “el ser” o “la ser”, por lo que, salvo que el hombre siga siendo el eje desde donde se observa y crea el lenguaje, no puede decirse que no pueda ser real y utilizable el término: “la ser humana” del mismo modo que usamos “el ser humano” (este párrafo lo agrego tras discutir con una filóloga y explicarme que “ser” podía ser un sustantivo que yo no me había dado cuenta, y tras preguntarle si aceptaba el femenino, me dijo que sí. Lo que al final, sin darse cuenta, reforzó mi tesis). Con lo que, entendiendo que al tener dos formas y usarse únicamente una de ellas, seguimos supeditando un género al otro, creando otro falso genérico. Por ello, lo rechazo como uso posible.

Sin embargo, pese a que a muchos les pese, hay otras palabras que sí son genéricas y tienen formas sustantivas femeninas, como por ejemplo: “gente”, “personas”, “infancia”, “infante”, etc. Las cuales engloban a amplios colectivos concretos de personas que pueden ser integrados dentro de esas palabras. Incluso, bajo el concepto de “personas” que engloba a cualquiera sin distinción de sexo o género, encontramos un genérico real que no se ha potenciado en demasía, pero que está revestido de una gran coraza de equidad. Por eso es un genérico real a potenciar tanto en los casos en los que explicitamos a las personas, como en los casos en los que usando la omisión de la palabra, para no hacer reiterativo y pesado el texto, seguimos hablando de ellas, de nosotras, de todas. Por todo esto, en el día a día hay que cuidar el uso del lenguaje, así como en el trabajo pedagógico del profesorado para dar coherencia al discurso con los actos y al discurso con el uso que hacemos del lenguaje. Por esto mismo, el texto que tienes entre las manos, habla en genérico de personas, haciendo referencia explicita a éstas, por lo que está escrito en femenino, obviando el femenino en los momentos que no se refiere a personas en su globalidad y en algunos errores que se hayan podido cometer, al ser este uso del lenguaje tan atípico en la sociedad actual.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Koldo
quizá no sea el mejor sitio para saludarte pero hace mucho que no te veo y no te veo
bueno y q no te leo
y me ha hecho gracia encontrar tu nombre de repente
espero q te vaya bien
soy Goiuri tu compañera de la escuela
(suena a q somos viejos)
un abrazo
Goiuri
Goiuri

Unknown dijo...

Aupa Neska!!! Azpeldiko!

No sé si es la mejor o la peor o la única de las maneras para localizarme... pero desde luego me acabo de quedar toda pillada... ¿cómo has encontrado mi blog? jejeje

Pues sí que hace tiempo que no nos vemos ni hablamos... a ver si quedamos algún día y, para localizarme más facilmente, mi email es: trankilo83@hotmail.com ;)

Un Musu Guapa!