2009/04/10

La Luz del Miedo


Erase una vez un az de luz que vivía en el país de las luces parpadeantes con otros millones de destellos de diferentes voltajes. Las luces, dependiendo de su voltaje y su edad, parpadeaban intermitentemente, emitiendo luces de diferente intensidad. Entre ellas, había luces fosforescentes como subrayadores amarillos, intensas como focos de estadios y luces tenues como ancianos decrépitos en sus últimos años de vida.

Nuestra lucecita era una luz joven, inteligente, estudiada y con gran corazón. Pero tenía un problema que la afligía: con la edad que tenía, nuestro az, no lograba brillar con intensidad pese a que ardía en sí una gran fuerza interior. Sus temores, la falta de confianza en sí misma y demás, no dejaban intensificar la proyección de luz que ahora debiera reflejar en las burbujas de la infinidad. Su inseguridad la convertía en la más tenue y decrépita de las luces...

Una noche de incalculable oscuridad, nuestra tenue luz, merodeaba por la inmensidad de “La Nada”, pensando sobre su vida. Deslizándose-deslizandose, llegó a Blom, el lugar donde la luz tuvo origen. En ese lugar, en el principio de su historia y de su espacio, en Blom; en el punto más céntrico de “La Nada” no había, como os podréis imaginar, nada de nada. Allí vivía Nadie que no era ni más joven ni más viejo, ni mejor ni peor que nadie. Nadie dio origen a todo lo demás, a las luces, a los espacios, al tiempo, a las burbujas de la infinidad en las que se reflejaban las luces y, en definitiva, Nadie fue quién, en la inmensidad de ”La Nada”, había dado nombre y valor a las cosas dando origen a todo.

Nadie escuchó al az de luz, su biografía, su problemática. Observó su poca incandescencia, desproporcionada a la edad y nivel de inteligencia social y estudios de quién hablaba. Habló y discutió durante una ínfima parte de una eternidad, para hacerse así una idea precisa de la forma de ser de su contertulia. La tenue luz describía, exponía y argumentaba sobre lo temas que trataban, a fin de que Nadie pudiera ayudarle aconsejándole desde su infinita sabiduría.

Nadie, a pesar de sus años, no siendo ni más ni menos que nadie, lo único que pudo decirle al az de luz fue que había errado el lugar de su búsqueda. Que las expectativas que en su consejo tenía eran demasiado altas para algo que no venía de ningún lugar externo a sí misma.

Entonces, dándose cuenta de lo acertado de las palabras de Nadie, decidió seguir su tortuoso camino de búsqueda hacia el interior de “La Nada”. Hacia ese punto hacia el que no se puede andar, ni deslizar; ni siquiera entrar. Pero, hasta ese punto, que sin avanzar, sí que se podía acceder.

Tras muchas conversaciones, no menos observaciones, algunas reflexiones y, prácticamente sin anotaciones, llegó, por fin, a su interior. Ese lugar donde pocas llegan y muchas menos por casualidad.

Sin libros de autoayuda y hecha un mar de dudas se encontró en sí misma a Sí. Sí era el reflejo de las burbujas de la infinidad, era ella misma, pero sin serlo. Estaba claro pues podía verlo, se veía a sí pero sin poder creerlo. Sí era zurda, al contrario que ella que aguardaba muda; Sí, sonreía, cosa que aunque quisiese, ella no podía. Sí brillaba, cosa que ella admiraba... Pero, a pesar de no poder creerlo, tenía que hacerlo.

Como brillantes reflejos en un espejo que quería proyectar a voces, con esas imágenes grabadas a fuego en su seno, como si se tratara de la llamada de los vikingos desde los Drakares a soplo de cuerno.

Era algo que en ella, como luz había; pero que mostrar hasta ese momento no sabría.

Nadie supo ayudarle; Blom fue el lugar de búsqueda en el errado camino hacía Sí. Pero aun necesitaba otro lugar, otro momento...

Buscó, pero no halló. Mendigando anduvo, pero no lo obtuvo. Hasta que la situación sumamente absurda le pareció y, por fin, sonrió. Había andado en vano porque nadie le podía echar una mano; había buscado fuera a pesar de que allí no estuviera. Esperaba encontrar el acierto, aunque esperando hubiera muerto. Reflexionando dio con Sí, sin darse cuenta de que ella ya era así. Quería el reconocimiento de las demás, sin pararse a pensar que, lo dijera el resto o no, ella valía mucho más.

Y, riéndose de la situación, halló la solución: Ella no brillaba porque ensimismada estaba, con tanta presión que resultó un tostón. A medida que brillaba su sonrisa ampliaba y como respuesta obtenía lo que del futuro le devendría. Mientras sonreía, en un agujero negro, su pasado, la seriedad y el miedo reflejado vería; en definitiva, todo lo que pronto desaparecería.

El brillo de sus ojos y su sonrisa iluminaron las más lejanas burbujas del infinito, lo que no lograron los demás destellos hasta entonces y creando, de este modo, un nuevo hito.
Nunca antes en el país de las luces parpadeantes, nadie, había llegado tan lejos con la luz de su sonrisa, que a mundos lejanos y exóticos llegaría como soplo de fresca brisa.

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