2009/05/28

El Boli Lila que quería ser Rojo o Azul

En un minúsculo y oscuro planeta llamado Estuche, en el que cohabitaban un sinfín de bolígrafos de otros tantos colores y formas diferentes, entre los cuales, únicamente, se repetían el Rojo y el Azul. Compartían el diminuto espacio con otros seres vivos como lápices, gomas, clips, portaminas, etc. Compartían largas conversaciones, creaciones artísticas en las paredes que conformaban el angosto planeta.

En este oscuro planeta en el que convivían tantos coloridos artistas tenían la costumbre de dibujar a oscuras, pues en Estuche, únicamente, entraba la luz en unos cortos e interrumpidos intervalos de tiempo; estando la mayor parte del ciclo artístico en la penumbra. Además, en los cortos momentos en los que asomaba la luz exterior, siempre, se llevaban a los compañeros Azul o Rojo, los cuales volvían exhaustos, aunque con historias increíbles sobre lugares insospechados, sobre trazos cortos y rítmicos hechos en un lienzo blanco. Eran grandes obras de arte según ellos contaban.

En el estuche había un boli que ansiaba tener la vida de los colores Azul o Rojo pues ver espacios abiertos y crear que había oído decir a sus compañeros, “la libertad”. Así que empezó a hablar con el resto de bolis, lápices gomas, etc. para empezar a revindicar su derecho a poder pintar en azul o en rojo para que, así, fueran sacados más a menudo de Estuche. Cada color empezó a hacer todo lo posible para parecerse a quienes disfrutaban de la supuesta libertad. Fueron duros procesos, pero la mayor parte de ellos, entre los que Lila había extendido la idea de la libertad, lograron cambiar y ser más reales, incluso, que los Azul y Rojo originales. Sin embargo, Lila, pese a ser el impulsor de todo, no dio con la fórmula de su propio cambio y tuvo que conformarse con haber liberado al resto de los habitantes del estuche.

Poco a poco, todos ellos, fueron saliendo del estuche de forma continua, casi ininterrumpida, siendo su tinta parte del lienzo blanco impregnado con azul o rojo… pero sin dejar lugar a ningún otro color, pues en estuche se habían homogeneizado los colores a los de la norma binarista: Azul o Rojo.

Pasado algún tiempo, al ver que a medida que se iban acabando las vidas útiles de sus compañeros, eran reemplazados por otros bolis rojos o azules que no tenían tiempo de hablar o crear nuevas obras de arte en su planeta Estuche por estar siempre sobre el lienzo blanco; Lila, se dio cuenta de la fatídica estupidez que había cometido. Sin desearlo había mandado a sus compañeras a la extinción más absoluta, siendo responsable, por tanto, de la anulación de la diversidad. Había condenado a los amigos de diversos colores a vivir una vida esclava y rutinaria como mandaba la norma, definiendo sus vidas por su apariencia y sus actos cotidianos.

Desde ese momento ya no quiso ser como nadie en concreto, empezó a valorarse como individuo, como parte diferenciada a la norma ya que añadía color a una lineal y monocrómica vida del planeta Estuche. No quiso, nunca más, que lo sacaran del estuche pero, sin embargo, tampoco se quedó dentro. Salió por sus propios medios, sin ninguna mano que lo sostuviese entre sus dedos. La experiencia lo hizo crecer y convertirse en un grueso Rotulador Lila Indeleble.

Desde aquel momento se dedicó a revindicar la diversidad y el descontrol como parte de la libertad que ahora entendía de un modo diferente. Escribiendo, desde ese momento, sus lilas proclamas en rugosas paredes de calles, astilladas mesas de madera de los bares o en lisas puertas o paredes de los baños.

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