2009/05/28

Las Montañas Decrépitas

Estamos acostumbradas a nacer de la nada, entre fallas abiertas, crecer hasta la inmensidad y morir en una llana decrepitud... Sí, somos montañas. No somos ni más poderosas ni más grandes ni más pequeñas que el resto de los seres vivos que habitan la tierra. No somos más hermosas, ni menos, ni somos más sabias ni más tontas. Somos, eso sí, más viejas que el resto de los seres vivos que viven y albergan vida en el planeta tierra.

Nacemos entre fallas que se abren a nuestro paso y alcanzamos la cúspide de altura en los comienzos de nuestra vida, como la especie humana. En la inmensidad de nuestro tamaño vamos albergando vida que nos cubre de abajo arriba, aunque a cierta altura no estamos más que nosotras mismas, con nuestros pensamientos, sin permitir que nada brote en nuestras cimas. Un gran fallo del que nos damos cuenta, desgraciadamente, demasiado tarde, pues ya somos viejas, pequeñas, a veces incluso llegamos a la planicie cuando nos observamos en retrospectiva.

Sí, no os imagináis lo duro que es porque en vuestra corta vida no dedicáis un sólo segundo a la retrospección; pero si lo hicierais veríais, como lo vemos nosotras ahora, lo malo que es no dejar albergar vida en todo tu ser, pues te lleva a una decrépita muerte.

Nos hemos juntado las montañas más antiguas en una secreta reunión en un enorme desierto, en uno de los más grandes; hemos tratado durante años el tema, para hacéroslo saber a vosotras, las más erguidas y frías montañas, las más jóvenes, las que menos vida tenéis. A vosotras, las más atractivas montañas para esos diminutos seres que tanto se nos parecen en muchos aspectos y que tanto se nos diferencia en otros.

La reunión de ancianas y arenosas montañas del desierto quieren haceros llegar lo siguiente:

"Vosotras nacéis con todo, creéis no necesitar nada más, al igual que nos pasó a nosotras. Ahora estáis en el Himalaya pensando que seréis el epicentro del mundo siempre pero no es así. Perderéis la ilusión por ser observadas, por estar nevadas, dejareis de asombraros cada vez que alguien logre ascenderos y, entonces, habrá empezado vuestra regresión a "la nada", a la planicie más extrema, a la falta de ser y, al no ser montaña, dejareis de estar vivas como lo estabais. Es exactamente lo mismo que les pasa a otras especies vivas; nacen, piensan que prevalecen respecto al resto, creen ser el epicentro, pero el tiempo pasa y les pone en su sitio al igual que nos puso en el nuestro. El tiempo, dueño y señor del futuro lineal en el que vivimos nos pone a todas en el mismo sitio. En la horizontalidad y en la penumbra.

Podríais poneros a pensar si os pasará o no. Nosotras vivimos también ese momento, pero sólo fue un momento en la inmensidad de nuestro tiempo. Ahora, tras el paso de los milenios, la tierra y roca que nos mantenía erguidas se ha convertido en fina y caliente arena. La arena a su vez se volverá polvo... y seremos un poco más de polvo en la alfombra de la casa de algún otro ser. Hemos ganado en movilidad pues por el desierto, en el que vuestra linealidad os convertirá, vagamos como Dunas que ahora somos, pero sin apenas vida sobre nosotras. Desde luego, sin la vida que un día albergamos en nuestro interior, en nuestra superficie y en la superficie de los ríos que nacían de nosotras. Pero ahora somos arena de poca vida y seremos, en pocas centurias, polvo que nada contiene. Pero, os preguntareis, ¿por qué?

Las viejas Dunas que nos hemos juntado hemos hallado el momento de la desazón de la vida en el que la gloria se convierte en irremediable e imparable camino hacia la muerte. Sí, no sólo lo hemos observado en nosotras tal cual Montañas devenidas a Dunas, sino en otras especies, como la humana, en la que las adolescentes devienen a personas carcamales, gruñonas, que todo les parece molestar. Sí, justamente igual de mal que nos hace sentirnos vernos ahora en el ocaso de la vida. Pero nuestro desasosiego no puede ser el que perpetúe la muerte de las generaciones de futuras personas o montañas. Es necesario que nuestra vejez, la sabiduría ganada de años de experiencia, sea la que contemple la esperanza de la vida eterna, no infinita, pues todas hemos de morir como parte de la vida; pero la vida eternamente feliz que no puede darse sin una cosa...

Efectivamente, jóvenes picos, creo que estáis confusos, dubitativos, creo que, incluso, estáis asombrados, pues nos hacemos eco desde el horizonte del desierto y veis, por primera vez con asombro, lo que nos ha ocurrido.

No es una cosa mágica, pero sí asombrosa, sin la cual la vida se agota. Pero creo que por este instante la habéis recuperado pues, aunque sin querer, repito, os habéis asombrado. Y no es la capacidad de dar sombra, sino de asombro, lo que hace que la vida sea vivida con otros ojos, con otro cuerpo, con otro sentimiento... Es decir, la capacidad de vivir asombrada es la capacidad de vivir una vida soñada, pues el asombro abre horizontes en nuestros sueños, horizontes lejanos que tienen que ser visitados. Lugares de ensueño que no tienen, ni han de tener, ningún dueño.

Efectivamente, nuestro ego no nos permitía amarnos más que a nosotras mismas, tristes ególatras; pobres y ciegas xenófobas que mirábamos por encima del hombro a las cumbres más pequeñas y redondeadas, a las foráneas que no se encontraban a nuestra momentánea altura. No nos asombraba lo de fuera, simplemente no lo queríamos cerca. Ahora, somos nosotras las de fuera, a las que, ahora vosotras, miráis por encima de vuestros nevados hombros. Pero para nosotras ya es tarde, ya no podremos relacionarnos con foráneas pues no tenemos vida que ofrecer. No podremos asombrarnos porque nuestro futuro ya, ni siquiera está a merced del tiempo, sino del viento que nos reduce a polvo y nos abandona en las olvidadas esquinas que nunca se limpian.

Creemos que todavía podríamos impresionarnos. Es más, podría ser una completa sorpresa ver vuestro cambio. Un gran cambio de actitud. Seguramente, ese cambio asombraría a las nubes que podrían traernos lluvia, una lluvia que podría asombrar a una ínfima vegetación que pudiera, en su asombro, querer extenderse para conocer nuevos lugares, nuevas vidas. Flora extensamente sorprendida que podría, no menos que sorprender a alguna especie animal perdida que, con sorpresa, se adaptase a una nueva vida. Especies de fauna y flora que trajesen nuevos motivos de asombro a nuestra arenosa vida y que nos hiciese recuperar la alegría que renovase nuestra vida. Una vida rica, asombrosa y asombrante que sin altura desde la que mirar nada, pero con perspectiva temporal suficiente, nos nutriera de nuevas experiencias, nuevas personas, muchos colores... Increíbles viajes de ida, dudosas vueltas, pues tras un gran viaje nadie vuelve al mismo sitio, sino a uno que es visto por unos ojos mucho más abiertos que miran desde otra perspectiva. Una vida de asombro. Vosotras tenéis la oportunidad de daros y devolvernos la vida que no fuimos capaces de mantener. Por nuestra parte, procuraremos no quejarnos, no limitaros en vuestra actual capacidad de asombro y, vosotras, por vuestra parte no dejéis de asombraros.

Vosotras, nuevas generaciones, tenéis la siguiente palabra. Usadla."

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