2009/05/01

El Puzzle Incompleto


En un país de 15.000 habitantes llamado Puzzlitropía, vivían una serie de minúsculas seres que pasaban el día hablando entre ellas y abrazándose. En este país no importaba que cada ser fuera diferente a las de su alrededor: cada una tenía diferente forma, diferente color y pertenecían a diferente zona geográfica. Sin embargo, eso no les impedía tratar de juntarse charlar y ofrecerse abrazos.

Estas minúsculas seres poseían una gran percha para la estatura que tenían y siempre lograban que lo que les cubriese les sentase bien. Esto y su forma de ser afable y tranquila, facilitaba que tuvieran ganas de abrazarse y se sintieran cómodas las unas con las otras.

Pasaba el tiempo en Puzzlitropía y, pronto, habría de llegar el crudo invierno. En esta época los labios de las piezas que conformaban el país de puzzlitropía solían sentir con mayor intensidad los abrazos y los labios de sus cohabitantes, fundiéndose en prolongados y tiernos besos que unían, más si cabía, a esas pequeñas criaturas.

A medida que el frio hacía mella en sus delgados cuerpos y un gélido viento rodeaba sus vidas, las habitantes de Puzzlitropía se unían para sentir el calor de sus cuerpos y combatir, así, el frio. El tiempo avanzaba y Eolo soplaba y soplaba mientras, las diminutas y afables piezas, se buscaban y abrazaban. Y abrazándose-abrazándose fueron conformando un caluroso mosaico de abrazos en el que se sentían seguras y queridas.

Sin embargo, cuando creían haber completado entre todas el puzzle que les permitiría pasar el crudo invierno refugiadas entre abrazos, observaron que en la parte del centro, ligéramente a la derecha, donde debía figurar un cuervo, resultó faltar esa pieza...

La pieza que faltaba para poder completar el puzzle era una retorcida pieza, egoista como pocas, solitaria y apática como ninguna. Esta pieza había buscado cobijo en una cueva cercana en la que, con una pequeña hoguera, se había refugiado y, desde la cual, podía observar al resto en su incompleto mosaico. Mientras se alimentaba y guarecía con el solitario calor de la hoguera, veía al resto, que pese a la gratificante sensación de cariño común y el calor de su contacto, parecían no poder vencer al frio invierno, por lo que perecerían en el intento de crear una bonita Puzzlitropía.

Mientras, el oscuro y solitario cuervo, con la única compañía de su segura hoguera sobrevivió al invierno y logró llegar a la primavera. Pero esa primavera no era como las demás; no había animales porque, a sus ojos, habían perecido, no había cascadas pues se habían congelado irremediablemente; ni quedaba vegetación por su errada decisión. Él no había muerto, sin embago su egoismo le había condenado a una segura y solitaria vida en la caverna de la entrada sellada; sin abrazos, sin sonrisas, sin nada que podría ser considerado interesante que ser vivido. Se hallaba encerrado en la caverna de la soledad por siempre jamas.

De pronto, un trino avisó a sus vecinos, resultó ser un petirrojo cantarín que a última hora, de otro país cercano se vino, completando así un puzzle que, por fín, tendría sentido. El xirri añadido por Txatxan Gorri dio nueva vida a las piezas de puzzlitopía, creando así un nuevo mundo que llamaron Xirría.

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