2009/06/16

El tintineo de sus ojos cual millar de centelleos estelares en el cosmos

Todo un universo reducido a las dimensiones de un duro y frio banco de madera barnizada en el que nos encontrabamos. Nuestro universo debía estar envuelto con música alrededor, pues sus labios susurraban las letras; labios a traves de los cuales me di cuenta de su existencia. Un banco envuelto por canciones, dos cuerpos y un millar de centelleantes estrellas que iluminaban por completo su rostro, componían la totalidad del cosmos en ese momento.

Nada más, nadie más, nunca más. No había nada más que sus ojos y sus labios perdidos en la inmensidad de mi imaginación que se mezclaban con la evidente realidad que me transmitía al contarme los últimos sucesos de su vida. No había sociedad más alejada a nosotras que nuestras únicas vidas por las que nos interrogabamos mutuamente con interés recíproco. El tiempo, tampoco había certeza de que pasase, salvo por el incesante ir de jarras vacías de cerveza que volvían llenas en pocos minutos.

No había nada más. Dos cuerpos que en poco tiempo vieron reducida la distancia que les separaba haciendo más cercanos por momentos los polos del universo que representaban. Dos polos a pocos milimetros el uno del otro. Pero sin llegar a alcanzarse. Sintiendo yo la distancia con nostalgia, pues a pesar de estar a un susurro de distancia, sentirse no se sentía sino el ardiente y sensual contacto del aliento de sus palabras en mis mejillas.

¿Acaso faltó algo más aquella noche?... No obstante, fue una noche estupenda.


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