2010/01/02

Cruce de Caminos en la Octava Dimensión


La Octava Dimensión donde se desarrolla la siguiente historía, no es una dimensión paralela, no es otra dimensión, tan siquiera; es una dimensión bicircular en la que algunas veces nos podemos encontrar... Algunas personas habreis pasado una u otra vez por este cruce de la ruta 8 de la octava dimensión, seguro que reconoceis el paisaje y a las personas; son ellas y lo sabeis porque vosotras estuvisteis allí.En un día soleado con escasas nuves altas y cierta brisa proveniente del oeste, es en el clima que se desarrolla, en un cruce de caminos en forma de aspa, formado por el cruce de dos caminos terrosos de colores ocres y amarillentos y de bacheado firme; a esto de las 17:10 de la tarde en un cruce sin señalización y hacia la inmensidad, el escenario.

Muchas veces antes, tantísimas personas pasaron por ese mismo cruce de carreteras; tantísimas personas que, a su vez, provenían de tantos y tan diferentes rincones del mundo. Personas que se habían cedido el paso, personas que casi se accidentan por no cederlo, personas que por las prisas ni se fijaron que en el camino, en la dirección opuesta, venía otra gente. Gente que nunca se preocupó del cruce porque le preocupaba, únicamente, su propio destino y las personas que allí les esperaban.

Sin embargo, aquella tarde de tonos fuxias reflejados en las nubes, mezclados con los rojos y amarillos intensos del atardecer, había algo diferente. Era el mismo cruce, los mismos baches y el mismo color de la tierra, con tonos un poco más oscuros a causa de la hora. El mismo lugar a las 17:10 de una fresca tarde de diciembre. Ahí se encontraron  tres personas, dos con momentaneas prisas por llegar a un atardecer ya finalizado y, otra, con un sumo sosiego por haberse parado a ver aquellos hermosos e impresionantes colores justamente, ese día en aquel preciso lugar. Sin embargo, pese a las prisas de unas y la tranquilidad y abstracción del mundo de la otra, sus caminos se encontraron en ese preciso cruce de la carretera 8 de la octava dimensión.

Cruzaron unas palabras, no muchó más de 20 minutos, sin embargo, algo les decía a ambas partes que, en un cruce en aspa de dos carreteras, había cambiado la dirección de sus caminos. No eran meros vehiculos que cruzaron sus vidas por un instante. Aunque fueron solo veinte minutos, el cruce de la octava dimensión había hecho acto de presencia con su magia, su singular forma de agradecer esas formas de ser menos egoistas, más comunicativas y empáticas. La octava dimensión había cambiado sus direcciones, por un tiempo había unido los caminos, los viajes, de aquellas singulares viajeras que sin destino concreto, prefirieron disfrutar del tiempo juntas que del plan establecido o del destino marcado. Unió sus singularidades en aquel singular cruce.

El cruce de la octava dimensión hacia la inmensidad, donde casi siempre cruzaban sus vidas las transeuntes sin emoción ni reciprocidad alguna; con su capacidad mágica con la que impresionar y emocionar a las personas, convirtió el camino a la inmensidad en un cruce octofórmico inmenso, en el cual los caminos de esas personas que compartieron un instante fantástico en la vida volvería a encontrarse...

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