2010/03/25

Un Fin de Semana Inolvidable

Esa mañana no tenía porque madrugar, así que me levanté antes. Es lo bueno de levantarse pronto cuando nada te obliga, puedes aprovechar más el día y estás de mejor humor. Aunque también era cierto que desde que llegué aquí, no había encontrado motivo alguno para sentirme vacía, desanimada, enfadada o similar. Incluso habiendo tenido momento de desorientación o auténtico vértigo ante lo incomprensible de lo desconocido. De todas formas, aquella soleada mañana iba a ser diferente, aprovecharía para nadar y deslizarme hasta algún bonito paraje donde hubiesen otras arreitcolas disfrutando del tiempo libre.

Me levanté llena de energía y me fui a la cocina, para compartir mi entusiasmo con alguien mientras desayunaba alguna cosa. Allí me encontré a una preciosa arreitcola que se disponía a cocinar; tras un tímido "buenos días" por mi parte que, por el tono miedoso, debió hacerle gracia, me hizo un gesto inventándome a sentarme; creí entender que me invitaba a compartir lo que iba a cocinar, por lo que me dispuse a esperar a que acabase y, mientras, fui poniendo la mesa.

Era la primera vez que le veía a ella en esa cocina. Debía ser del piso de al lado, porque sino, con un solo baño y un solo pasillo, deberíamos habernos cruzado alguna vez estos cuatro días. Era, tan sumamente grácil su movimiento. No reflejaba ninguna prisa, ni tensión ni desasosiego. Podría ser por mi estado de ánimo, pero todo me parecía maravilloso y ella no lo era menos. Sin embargo, aun sin esbozar palabra, me parecía dulcísima.

En pocos minutos, tenía sobre el plato una especie de revuelto de "algo" junto con unas algas que parecían estar rellenas de algún tipo de huevos pequeños negros y gelatinosos. Yo, como no, sin pensarlo, esbocé una sonrisa y empecé a comer. Pocos minutos después no quedaba nada en mi plato. Entonces, me fijé, ella aun no había probado bocado; tenía sus ojos clavados en mi, mientras comía me había estado observando, mi ansia devorando. Ella con una dulce sonrisa, las cejas en alto y los ojos abiertos por el asombro, me hizo una mueca... realmente, no sabía cómo interpretarla, pero le hice saber por gestos que estaba muy bueno todo. Ciertamente lo había disfrutado. Entonces se puso a comer, tranquilamente, mientras me miraba interrogativamente. Yo, ahora la miraba, pues no tenía nada más que hacer, mientra masticaba muy lentamente, cogiendo parte del revuelto con un trozo de aquellas algas. Ante el nerviosismo que me estaba produciendo estar en frente de aquel ser tan hermoso y maravilloso que comía tranquilamente mientras dirigía su mirada hacia mí, como esperando algo...

- Eres una gran cocinera... Me había levantado entusiasmada, con ganas de explorar alguna zona de Arreit donde soliese ir la gente a disfrutar del buen tiempo. Este delicioso desayuno ha sido la señal innequivoca de que hoy va a ser un gran día. ¿tú sabrías de algún bonito lugar donde pasar mi primer fin de semana en Arreit?
- ... - Sin mediar palabra me dedicó una sonrisa y asintió.
- ¡Genial! 

Al acabar se levantó fue al baño a cepillarse los dientes y, en silencio, me dijo que la siguiese... Dejamos atrás la ciudad y, dándome la mano, me llevó hasta un lugar paradisíaco. La verdad es que había muchas personas allí, sentadas algunas, jugando otras, bañándose en un profundo lago las que menos... debía hacer frío para la mayoría.

Nos sentamos a la sombra de una especie de Bahobad que proyectaba una gran sombra sobre aquel verde y llano paraje; al lado de otras arreitcolas que disfrutaban de una apasionada conversación. Yo, por alguna extraña razón, prefería observar que participar y, por alguna razón más misteriosa todavía, ella se dedicó a hacer lo mismo en aquel círculo de gente.

En un principio pensé que debían ser un par de familias, por las diferencias de edades que había entre las contertulias y el número de éstas, eran siete en total, grupo al que nos añadimos nosotras dos. Además, sus diferencias físicas, rasgos, sexos, etc. Lo único que me sorprendía de aquella conversación que no se interrumpió más que momentáneamente para saludarnos, era el respeto de turnos de palabra y verdadera escucha que se hacía a las opiniones de las demás, sin importar ninguna de las diferencias que yo había apreciado entre ellas. En aquella conversación se diluían las diferencias notorias a la vista ,quedando en evidencia las diferencias entre conocimientos que no así, grandes diferencias en cuanto a capacidades discursivas. Cierto es que lo había visto en mi aula los días anteriores, pero lo achaqué a que era exactamente eso: un aula. Pero aquí, al aire libre, entre personas miembras de varias familias, era inusitado que se diese una situación convivencial tan armónica. Al menos creo que lo sería en la Tierra. ¿seguiría encontrándome yo con los mejores ejemplos de personalidad en aquel curioso planeta?

La conversación iba evolucionando, cambiando, a ratos concretándose y, en otros, volviéndose más abstracta. Sin embargo, cada contertulia se manejaba en la medida de sus posibilidades y aportaba su particular visión sobre el tema tratado. Por lo que pude entender la conversación, sin llegar a saber cual fue el punto de partida, llevaba mucho tiempo iniciada y, aun, estuvieron bastante tiempo más intercambiando puntos de vista.

Se aprovechaban de la evolución de la conversación, en los cambios de temas, para abandonarla e irse sin interrumpir la siguiente. Algunas de las contertulias se iban, dejando espacio a las nuevas que se acercaban y participaban. Para mi sorpresa, las que estuvieron discutiendo no volvieron más tarde, se fueron con sus propias conclusiones y sin la, mi supuesta,  demás membresía de las familias. Un nuevo prejuicio terrícola había dado lugar a una nueva equivocación, aquellas personas debían ser perfectas desconocidas entre sí, es muy probable que cada cual no fuese, ni siquiera de la misma ciudad. Sin embargo, habían sido capaces de entenderse sin imponer las ideas de cada cual y dejando las conclusiones abiertas a cada una.

No sé las horas que pasaron, pero empezaba a desaparecer el sol de luz rosada tras las montañas y aquellas arreitcolas empezaron a despedirse y disculparse por tener que dejar la discusión en un punto tan interesante. En serio, llevando tantas horas discutiendo aun les quedaba pasión y ganas para seguir haciéndolo, pero parecía que era la hora de dedicarse a otra cosa o volver a casa. Sin embargo, mi hermosa amiga no parecía tener ninguna prisa ni intención de moverse de aquel paradisíaco lugar y yo no tenía ningún motivo que me impulsará a hacerlo. Así que nos quedamos en silencio, yo mirando el atardecer, relajadamente, pensando en nada, disfrutando de la nada, del silencio que se generaba en los atardeceres de Arreit que, por primera vez, tenía la oportunidad de disfrutar. Ella, por su parte, estaba tumbada con la mirada fija en el cielo, sonriente y pensativa, parecía estar absorta en los colores del cielo.

Siempre me habían gustado los atardeceres, recuerdo como los disfrutaba en la Tierra cada vez que iba a un nuevo país, acercándome a algún lugar desde donde poder disfrutarlos en un absoluto silencio. Allí no iba a ser diferente. Sin embargo, mientras estaba absorta en la caída del sol, con todo mi cuerpo orientado hacia él, mis ojos fijos en los tonos que se generaban en aquel horizonte, disfrutando de las ondulaciones de las capas hidrosféricas que modulaban formas y colores en el cielo; sentí que ella me quería advertir de algo que no debía estar viendo. Tras de mi, un nuevo sol de color amarillo estaba saliendo. ¡Dos soles! Un amanecer al mismo tiempo que atardecía y que por querer no perderme un solo detalle de éste, nuevos colores y figuras en otro horizonte me perdía. Realmente parecía, ahora, más lógica la postura de ella que la mía. Ella no se perdió detalle del cielo, mientras que yo solo pude ver un cacho de éste.

¿Por qué en los cinco previos días no había percibido la existencia de un segundo sol? No llegué a saber nunca si no tuve tiempo de mirar al cielo o, simplemente, no estuve en la calle cuando aquello sucedía. Pero, pese a no encontrar explicación a mi ignorancia sobre aquel fenómeno, no podía obviar lo fantástico de éste. Mezclándose en el cielo los tonos rosados que generaba el uno, los blanquecinos del otro y con los amarillos y  fucsias que se generaban entre ambos. Era precioso pero, lo era más si cabía, ver aquellas tonalidades reflejados en la cara de mi amiga que seguía mirándolos con curiosidad y sorpresa. Es genial cuando las personas podemos seguir sorprendiéndonos por las cosas cotidianas; creo que es una de las grandes cosas que perdíamos en la Tierra a medida que crecíamos, quedando como baluarte de la niñez. Que hermosos reflejaban los colores en su cara.

Pasaron solo un par de horas hasta que aquel segundo sol se ocultó y dejó todo aquel colorido paisaje, sumido en la penumbra, únicamente iluminado, vagamente, por una tímida luna que nos miraba. Ella me sugirió que la abrazará, yo relajadamente pasándola un brazo por encima así lo hice y, con la tranquilidad que respirábamos ambas, concentradas en nuestras propias pausadas respiraciones, nos dormimos. Fue una noche especial, tranquilidad desbordante y confianza mutua, casi sin conocernos, que nos otorgó un descansado y placentero sueño en las acogedoras raíces del Bahobad.

Al día siguiente me desperté cara a cara con aquel hermoso rostro mirándome, sin esbozar sonido, pero sin ninguna mudeza expresiva. Debía ser una de las caras que, sin mediar palabra más cosas era capaz de comunicar. No podía más que, con mis labios, darle los buenos días, eso sí, sin romper el encanto del silencio. Tras unos minutos, con las primeras voces de las arreitcolas que llegaban ya a disfrutar del segundo día de fin de semana, besó mi cuello y se levantó, dirigiéndose al cristalino lago. En su orilla se desnudó y se zambulló en sus aguas. Yo la observaba desde la distancia, pese a que era hermosa y la atracción que sentía por ella era incuestionable, no sentía ninguna gana de bañarme aquella mañana, prefería observar sus delicados movimientos mientras nadaba y sus juegos en el agua. Disfrutar del paisaje.

La palabra "desnuda" me vino a la cabeza. No me había fijado el día anterior en las personas que estaban bañándose, si lo hacían en cueros o con ropa; aunque viendo como funcionaba aquel planeta, no me extrañaría lo más mínimo que cada cual tuviera la oportunidad de elegir como quería bañarse sin ser juzgada por las demás. Claro que pensándolo mejor, a mi clase, parte del público había venido sin ningún tipo de atuendo que, por estar en un planeta extraño probablemente, pudiera ser que no hubiera planteado cuestión alguna hasta este preciso momento en que la vi a ella en completa desnudez. Nada a mi alrededor me había sugerido nada extraño, ningún gesto de repudio, de vergüenza ni asco. Nada me había sugerido plantearme nada, porque...

- Buenos días!! - Interrumpieron mis pensamientos un par de arreitcolas que no parecían de mi misma ciudad.
- Buenos días; ¿de dónde sois? - pregunté por cortesía.
- ... - No pareció entender a pregunta.
- Yo soy de la ciudad... Bueno, de las que está ahí, debajo de las montañas. - ¿Cual sería el nombre de mi ciudad? hasta ahora no lo había necesitado y creo que nadie llegó a decírmelo.
- ¿De dónde? nunca antes nadie nos había preguntado algo tan descortés. ¿Por qué habría de importar de dónde venimos o a dónde vamos en este planeta?
- Cierto, lo siento. - No entendía el problema de la pregunta, pero no parecía que fuera nada cortes en Arreit.
- Llegasteis pronto hoy, -prosiguió con total tranquilidad restando importancia a mi comentario- veo que tu amiga ya está bañándose y todo. Hoy podremos disfrutar de un precioso día, al menos en las primeras horas, luego hemos oído que empeorará. ¿No vas a aprovechar para bañarte con nosotras?
- No, disfrutad.
- Gracias... Hasta luego. - Dijeron siguiendo a mi amiga hasta el interior del lago.

Estuvieron en el agua jugando y nadando juntas un rato, hasta que ella decidió que era buen momento de salir. Recogió su ropa y se acercó hasta mí, pidiéndome que me acercará a un lugar soleado donde secar su húmedo cuerpo. Me acerqué hasta ella para hacerle compañía mientras se secaba. Se le veía complacida. No mediaba palabra. Estábamos sentadas una al lado de la otra, mirando hacia el lago, mirando a esas otras dos personas.

- Perdona, al acercarse esas dos les pregunté de dónde eran lo que pareció ofenderles muchísimo. ¿sabes tú por qué?- Me miró y quedó pensativa...
- ¿Para qué podrías querer saber de dónde vinieron...?- me respondió con otra pregunta.
- ... - Si, realmente no tenía ningún interés saber de dónde venían aquellas dos que tan solo venían a bañarse ¿por qué quería controlar de dónde era cada cual? Decidí que sería mejor dejar aquella conversación para recapacitar más adelante a solas y, mantener aquel tranquilo momento para ser disfrutado.

- Ha sido unos preciosos días. ¿Te apetece volver y disfrutar del último día de fin de semana en la ciudad? Podría enseñartela... - sugirió ella tranquilamente.
- Realmente sería interesante y un placer ver la ciudad contigo. - Dije mientras me levantaba.

Realmente estaba siendo un fin de semana maravilloso, inolvidable. Aquella maravillosa persona hacía todo más maravilloso si cabía.

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