2010/05/26

Mi Marcha hacia Nuevos Horizontes

Muchísimos recuerdos de aquel hermoso valle, de las personas que en él conocí, de las montañas que visitamos y que disfrutamos en aquellos largos fines de semana, el recuerdo de aquella curiosa extranversa que, con su llegada había cambiado, repentina e inexplicablemente, mi vida. Todo aquello me acompañaba en mi nuevo viaje por mi amado planeta. Sin rumbo, sin nostalgia. Con pasión y decisión daba cada nueva brazada hacia el horizonte, hacia una nueva etapa de mi vida en otra parte. Otro lugar, ciudad, pueblo o paraje, donde poder conocer nuevas cosas, diferentes e interesantes nuevas cosas que, con mi estancamiento en la ciudad que dejaba atrás a cada paso, no había tenido oportunidad de ver.

Viajaba tan ligero de equipaje como de expectativas. Cualquier nueva experiencia puede ser rica e interesante, por tanto, todas las nuevas experiencias son susceptibles de ser disfrutadas; tan solo tenemos que confiar en nosotras, como disfrutadoras de la vida. Me iba orgullosa, supongo que eso me animaba también a que las brazadas fueran firmes, sin ningún tipo de duda que me hiciera mirar atrás. Detrás no quedaba nada, el pasado que era lo que a quién me encontrase en mi camino, podría contar. Orgullosa del tiempo pasado, de lo productivo que había sido para la comunidad todo lo que había podido hacer en aquella pequeña ciudad, de todo lo que me había dejado influir por las personas que había conocido allí, de las que conocí también en las ciudades y pueblos que, previas a esa, también habité. Mis brazadas de orgullo por saber que estaba teniendo una vida plena, no podrían llevarme a ningún lugar que no desease estar. Los brazos de una persona que siente la seguridad de querer descubrir, no se detienen en lo que ya conoce, sino en cualquier otro lugar donde haya algo que valga la pena observar. Allí pausa su nado.

Iba recordando las conversaciones y las sensaciones que aquella terrícola me había transmitido. Creía en aquel momento que realmente una persona que llega por un sincamino, sobre todo cuando en su planeta las educan para no salirse del camino marcado y, por tanto, "seguro"; una persona así había nacido para enseñar en Arreit. Para crecer con nosotras aquí. Hoy en día estoy segura.
 
Era curioso que tras varios días estando juntas me preguntase por mi nombre justo en la despedida. ¿Qué le habría hecho pensar que sin nombre no podría recordarme? ¿Acaso no son los momentos y personas que marcan nuestras vidas las que realmente recordamos, mientras que otras que insisten en decirnos sus nombres cada vez que nos ven, no son recordadas nunca en ninguna circunstancia? Yo estaba segura de que la recordaría como la persona que al llegar marcó una nueva etapa en mi andadura. En muy poco tiempo le había cogido cariño y aprecio, la única lástima es que tratando de conocer más mi planeta, perdería la oportunidad de aprender y crecer con ella. Sin embargo, en una vida efímera como la nuestra, hay que tomar decisiones y me parecía mucho más interesante lo que esa persona podía aportar a toda una comunidad que lo que me pudiera aportarme a mi como individualidad. Yo seguiría creciendo y andando por distintos lugares. Quien sabe, algún día quizás nos encontaríamos en algún nuevo sitio.

El tiempo pasaba; los días y las semanas iban quedando atrás mientras yo avanzaba. Observaba los cambios de paisajes, colores y la variación de la temperatura. De los colores vivos y de la increíble grandeza y verticalidad de las montañas a las que me había acostumbrado, pasé a nuevos paisajes, más horizontales, pequeñas verdes lomas con multitud de pequeños riachuelos de poco caudal que tenía que ir cruzando, subiendo y bajando. Era increíble la riqueza paisajística de aquel planeta. Era increíble lo agradable que podían resultar todos aquellos parajes. Pero lo que me estaba empezando a sorprender más era que en estas semanas no me hubiera cruzado con nadie. ¿No habría zonas habitadas en aquella dirección? Yo seguí andando.

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