2010/05/26

Un Sendero me llevó a Una Ciudad Oscura

Uno de esos días que ni siquiera te preguntas porque estás nadando mientras lo haces mecánicamente ante la banalidad y rutinario de lo que te rodea, me topé con un sendero que discurría por la orilla de uno de esos riachuelo que rodeaba una de las verdes lomas que llevaba días viendo. Por fin. un sendero, siempre es pista de que animales o personas hacen varias veces al día ese recorrido, desgastando así esa parte del paisaje devenido a sendero. Por fin encontraría gente con la que compartir.

Seguí el sendero dejando a un lado el riachuelo y rodeando la loma por el otro, hasta llegar a una pequeña gruta que parecía adentrarse en el interior de ésta donde, ambos, camino y rio, se adentraban. Obviamente tenía que ser de algún animal, pero la entrada estaba geométricamente perfectamente diseñada. Demasiada perfección para que un animal de los que hasta ese momento conocía pudiera hacerla. Lo cual me hizo pensar que era algo nuevo que descubrir, una buena razón para dejar de nadar durante un tiempo.

Me adentré suavemente, dejándome llevar por las corrientes internas de la oscura gruta que contrastaba con la claridad de la superficie de la que yo llegaba. En su interior parecía haber un enmarañado sistema de pasillos en diferentes direcciones pero sin luz alguna. Tan solo podía sentir su existencia por la sensación de diferentes corrientes y temperaturas de las aguas que de uno y otro lado llegaban a rozar mi cuerpo. 

De pronto las corrientes parecieron diluirse y sentí como mi cuerpo iba ralentizando su marcha hasta detenerse. Debía haber entrado en alguna inmensa sala en la que la presión del agua que me hizo recorrer los pasadizos, perdía su fuerza.

- Buenas noches! Una gran curiosidad te ha debido traer hasta nuestra ciudad, pareces cansada ¿Qué tal el viaje? - Oyeron mis oídos atentos a todos los sonidos que les rodeaban.
- ¿Quién está ahí? ya lo siento, pero no consigo verte, mis ojos están cegados ahora mismo por el contraste de luces del lugar del que vengo. 
- Por lo que interpreto es la primera vez que vienes a nuestra ciudad.  ¿Para que querrías ver nada aquí? Aquí no te servirán tus ojos, es siempre de noche. ¿Qué tal el viaje?
- Buenas noches entonces. El viaje ha sido un tanto singular, no me he cruzado con nadie hasta entrar en esta cueva, no he podido compartir nada con nadie hasta ahora. Y, ahora que podría compartir todo lo que conozco, parece no tener sentido, porque lo que conozco son cosas que he visto, cosas que aquí no podré ver y que no sé si os podré hacer comprender.
- En esta ciudad no tenemos ojos, nunca los hemos tenido. Probablemente porque no los necesitamos porque siempre es de noche. No hay nada que ver ni que comprender mediante vista.
- No es que sea de noche, es que estáis en una cueva metidas.
- Sea como fuere... ¿Estás hambrienta? Sígueme.

Aquella curiosa persona invidente de aquella ciudad sin luces que empezaba ahora a resultarme un tanto lúgubre ante la idea de no poder verla, me llevó hasta un lugar donde se oían muchas voces, voces de jóvenes, de ancianas, de personas de todas las edades. Se oían incluso diferentes dialectos a los que yo no tenía acceso, palabras que desconocía, términos o conceptos que, incluso si parecían ser expresados en mi mismo idioma, parecían no querer decir lo mismo. Siendo del mismo planeta, pese a que no podía mirarme en ningún espejo, creo que empezaba a tener la misma cara que vi en mi amiga terrícola cuando la hablé por primera vez. Parecía estar en otro mundo. Aquello era completamente diferente a los demás lugares de Arreit que había visitado o habitado hasta la fecha.

- Ven, siéntate aquí y come con nosotras. - Me dijo la única voz que me resultaba conocida hasta ese momento.
- ¿Donde? - Pregunté, desconcertada ante el aturullamiento que tenía en mi cabeza con tanta voz pero sin poderme orientar por mis ojos, como solía hacer.

Sentí una mano que suavemente me dirigía al lugar donde se suponía que me debía sentar y noté como sobre mis manos posaban un cuenco caliente que desprendía un delicioso olor. No sabía si debía utilizar mis manos, si sería algo acuoso que comer con cuchara o si tendría forma sólida para comer con tenedor. Tampoco nadie me explicó nada, pero con hambre, aquel olor y sin luz, daba igual como me lo tomase que nadie lo iba a ver. Así que acerqué mis labios al cuenco y traté de sorberlo, pero aunque triturado, parecía demasiado denso para poder ser sorbido. Sin embargo, era demasiado poco sólido para poder utilizar un tenedor.

- No lo tomes sorbido, podrías atragantarte, tienes una cuchara justamente a tu lado, ¿no oíste como te la dejaban cuando te sirvieron la comida?
- Lo siento. No oí nada salvo todas las voces que me rodean y que no consigo poner cara. - dije mientras palpaba el suelo de mi alrededor con la mano buscando la cuchara.

El resto de la comida pasó en silencio. El sabor de aquella especie de puré era un tanto tuberculado, como si no hubiesen usado ningún tipo de alga para hacerlo. Sin embargo, parecía tener algo que le aportaba un punto de picor y frescor al mismo tiempo, como si lo hubiesen especiado. También había algo más, pero no supe identificarlo ni asemejarlo a nada. Pese a que tras el primer cuenco cayeron otro dos, no supe  identificar lo que estaba comiendo.

Tras la cena nos quedamos hablando, la persona que me había introducido en aquel círculo de comensales y las demás que parecían tener una gran curiosidad por el lugar de donde venía, los lugares que había habitado y la importancia que le daba a lo que había visto...

De todas formas, tantas voces con tan pocas caras, recordar cada una de ellas, tan solo por la diferencia de sus timbres y tonos resultaba extenuante, tuvieron que disculparme pero me quedé dormida mientras ellas hablaban. Había sido realmente un largo y profundo viaje.

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