2010/05/27

Descubriendo la Ciudad Oscura

Pasadas unas horas me desperté. Debieron ser muchas las horas que había dormido a juzgar por el dolor de cabeza que sentía. La falta de claridad mañanera a la que estaba acostumbrada y que me solía servir para despertarme parecía ser la culpable de no haberlo hecho cuando correspondía. Parecía que no iba a ser más mi despertador natural en aquel oscuro y frío lugar. Tendría que buscarme algún otro método para no dormir más de lo necesario.

Al observar a mi alrededor, me di cuenta que donde la noche anterior habíamos estado cenando, no había nadie en ese momento, no se oían voces ni respiraciones o ronquidos. Tampoco sabía en que dirección se encontraban los pasillos de regreso a la superficie, ni se me había ocurrido pensar, hasta que me puse a andar y tropecé con algo, que habría objetos en mi camino. Iba a ser complicado que pudiera arreglarme allí sin ayuda.

Decidí que lo primero que habría de hacer era reconocer la totalidad de la superficie de la sala en la que me hallaba. De ese modo, empezaría a dibujarme un mapa de lo que fuese recorriendo en mi mente y podría orientarme mejor ya que ahora mismo no parecía haber allí nadie más. Así que empecé a andar palpando y siguiendo la pared con intención de recorrerla entera. No sé exactamente el tiempo que pasé andando, pero no parecía acabarse nunca. Sin embargo, no había usado ni cruzado ningún pasillo, con lo que debía seguir en la misma sala. Andando, sin llegar a ninguna esquina, silbando y recibiendo el eco de la misma perfecta acústica. Seguía en la misma sala, pero no podía ser que no encontrase la siguiente pared, ¿tan inmensa sería?

- ¡Buenas noches! ¿Podrías explicarme qué se supone que quieres conseguir dando infinidad de vueltas a la sala? - Oí una voz que me preguntaba desde la lejanía.
- ¿Buenas noches? ¿tanto tiempo ha pasado? Yo acabo de levantarme, será "buenos días"  ¿o no? - Pregunté desorientada en el espacio y, de repente, también en el tiempo.
- ¿Qué quieres decir? ¿Qué se supone que significa "buenos días"? y, reitero, ¿qué haces?
- Lo siento, buenas noches - respondí sin poder pararme a pensar si sería de noche por la hora, de noche por la carencia de luz, de noche porque no existía el día. Bastante tenía con preocuparme de dónde estaba y por ver si aquella nueva persona podría ayudarme, así que respondí a su pregunta - Estoy tratando de dibujar un mapa en mi mente de este lugar, para lo cual estaba tratando de encontrar las paredes de esta sala a fin de empezar a entender cómo de grandes y de qué forma son estas habitaciones.
- ah, y ¿crees que por mucho que la rodees vas a tener mayor idea del perímetro de ésta? ¿La mides por pasos?
- ¿Perímetro?
- Claro, ¿no te has dado cuenta de que llevas dadas al rededor de unas treinta y siete vueltas a la sala para asombro mío que estoy aquí desde que te despertaste? - Volvió a decirme desde la lejanía.
- ¿Cómo voy a haberle dado treinta y siete vueltas si no encontré más paredes...? Oops. A cuanta distancia se supone que estás de donde yo me hallo?
- Tú no debes ser de aquí, ¿verdad? Estoy a diez metros exactos y por mucho que andes, salvo que salgas de la sala, seguiré estando a la misma distancia.
-...- Mi cabeza por fin empezó a dibujar su mapa en el que hasta ahora solo había una línea recta. Por fin se curvó la línea dándole forma a aquella habitación.

Eran altas y amplias habitaciones cilíndricas, con techos abovedados que mejoraban la acústica. La persona que yo pensé que estaba tan lejos, no se hallaba ni más ni menos que a diez metros y me estaba susurrando, eso fue lo que me hizo pensar que se hallaba en la lejanía. Llevaba algo más de una hora dándole vueltas a la misma habitación de veinte metros de diámetro sin darme cuenta que me hallaba dando vueltas y sin percibir su presencia. La oscuridad más absoluta puede desorientarnos más de lo que pensamos cuando salvo la vista tenemos los demás sentidos semiatrofiados.

- Efectivamente, soy nueva aquí, llegué ayer por la noche.
- ¿Por la noche? Aquí siempre es de noche, la nocturnidad no es un término temporal para nosotras. ¿De dónde vienes tú? - Me interrogó con curiosidad al encontrarse con una concepción temporal tan diferente a la suya.
- De lejos, de la luz. Oye, ahora que lo mencionas, ¿cómo medís el tiempo aquí? Al levantarme noté un gran dolor de cabeza que me ha hecho suponer que llevaba muchas horas dormida, mi cuerpo no ha entendido que era hora de levantarse porque nuestras unidades de tiempo están basadas en los espectros de luz del lugar del que vengo.
- ¿Espectros de luz? ¿qué se supone que es la luz de la que hablas? - Preguntó como si quisiese ampliar los horizontes de su saber.
-  La luz, digamos que es la proyección, el reflejo de un espectro en los objetos y las personas, mediante el cual podemos vernos las unas a las otras.
- Veros... - Dijo con tono de incertidumbre, como si no le concordase en la forma de poder sentir la presencia de otras a su alrededor.
- Si, mediante los ojos, la luz es un espectro que solo se puede percibir mediante el sentido de la vista. Ten en cuenta que es el sentido más importante.
- ¿Importante? ¿Para qué? ¿Para saber quienes y dónde estáis? Mi querida nueva amiga, no hagas aseveraciones categóricas, sería casi mejor que pusieras en duda todo lo que sabes. Date cuenta que nosotras no usamos los ojos, hay quien dice que no tenemos, aunque realmente es tan simple como que nunca han prestado atención a esa parte de su cuerpo que la llevamos como un apéndice inútil. Y, sin usarlos, percibimos el tiempo del que controlamos su paso por las oscilaciones térmicas que sentimos en todo nuestro cuerpo y no solo con una parte de éste, como hacéis vosotras mediante vuestros ojos. La luz y los ojos aquí no existen como algo funcional que sea útil, con lo que la importancia de ellas para mi es un tanto relativa. Reconocemos al resto por los diferentes timbres y tonos de voz o por la fragancia de las personas, no por su apariencia física. Incluso si están dormidas podemos reconocerlas leyendo sus rostros mediante nuestras manos o mediante el olfato. Con lo que, como puedes observar, los ojos no tienen demasiada importancia para nosotras; podrían ser básicos los oídos, las manos, el olfato, el sento; pero no la vista.
- Es curioso. Porque nosotras sin vista no sabríamos como hacer las cosas. De hecho a las invidentes de las ciudades que había visitados hasta ahora había que adaptarles todo para que pudieran continuar la vida con normalidad, pero nunca se me habría ocurrido pensar que podría cambiarse el sistema  para no jerarquizar tanto y dejar que prevalezca la vista sobre los demás sentidos. Por cierto, ¿qué quiere decir el siento? - Pregunté recordado que había utilizado una palabra que se salía de mi limitado vocabulario.
- Es la capacidad de percibir la intención de la persona que se te está acercando incluso antes de que hable, es un cúmulo de sensaciones, las vibraciones que las personas transmiten al gesticular, es parte de la expresión intracorporal y, por tanto, uno de los cinco sentidos.
- Serán seis sentidos... Vista, tacto, olfato, oído, habla y sento, ¿no? - Pregunté entendiendo que alguno se había dejado por el camino.
- Que obsesión muestras con la vista, ¿por qué motivo habríamos de contarla como sentido si no sentimos nada mediante ella? ¿No te dije que no tenemos vista? Cinco. No más.
- Resulta muy interesante esta ciudad, hay un montón de cosas que aprender. Creo que me quedare aquí una temporada, aunque no sé qué utilidad podría tener yo aquí.
- ¿Que te gusta hacer? Yo creo que, si te gustase, podrías enseñar. Al tener una percepción diferente de la vida, al haber desarrollado otros sentidos, haber visto cosas, haber nadado caminos diferentes a los que nosotras hemos nadado, podrías ampliar nuestros horizontes.
- Efectivamente, eso es lo que me gusta hacer, enseñar, aprender y crecer con quienes me rodean. Pero ¿crees tú que seré capaz de hacerlo aquí?
- No me cabe la menor duda. Si es tu vocación lo harás aquí como ya lo hiciste en otros lugares. - Me dijo recordándome la conversación exacta mantenida unas semanas antes, haciendo yo el papel contrario; y añadió: - Creo que es hora de que me marche, tengo mucho trabajo que hacer en los embovedados que agujerean los topos creando filtraciones. No he conocido animales más inútiles que los topos, no hacen más que destruir nuestras construcciones, sin que parezca que tenga ninguna otra utilidad. Nos veremos a la noche y procuraré hablar con gente que pueda mostrarte dónde podrías enseñar.

Resultaba curioso el lugar y las concepciones diferentes de espacio y tiempo que tenían aquellas personas. y, me retrotraía una y otra vez a lo que tuvo que sentir aquella terrícola recién llegada a Arreit.  No obstante, no me sorprendió en absoluto la hospitalidad y las ganas de aprender de aquella gente. Por lo visto, no estaba equivocada, era un algo común de nuestro planeta. Oí sus ligeros pasos apresurarse en la lejanía y desaparecer en el silencio. Decidí que habría de salir de esa esférica habitación con una bóveda como tejado y empezar a investigar un poco más, ampliar mi mapa.

Mas ¿qué habría querido decir con que los topos les destrozaban las bóvedas que habían construido? Como podría ser que los topos estuviesen excavando piedra? Tal vez no fuesen de piedra las bóvedas, pero ¿de qué estarían construidas entonces? ¿Cómo podía ser que un animal que mueve la tierra con las cosas buenas que tiene para el ecosistema y la vegetación, les castigase y se ensañase con sus construcciones en el interior de las lomas?


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