2009/09/17

Aprendiendo a Amar...

Nada hemos de inventar si pensamos que el amor, tanto a sentirlo como a hacerlo, nos enseñan desde la infancia. Que nos enseñan un modelo de amor que luego, podemos elegir, seguir o no. Nos enseñan a mirar, a gesticular, a qué decir en cada momento, a identificar sensaciones, a darles el preciso significado del amor, aunque pudiera ser que respondiese a otra circunstancia. El problema es que únicamente nos la enseñan como amor y, es obvio, que al amor, nos enseñan, como hemos de responderle, como hemos de asumirlo, lo que hemos de volcar en él, y un largo etcetera.

También cabe destacar que en el amor hay muchas cosas inventadas; todas esas que aprendemos, pero creo que hay muchas por inventar. Todas esas que nos sugiere la imaginación y nos prohibe la moral. La capacidad de inventiva de las personas es cuasi-infinita, siempre y cuando, antes, se hayan deshecho de todos los muros prejuciosos que la sociedad impone a nuestra imaginación, a nuestros pensamientos, a nuestras ideas descabelladas ¿Quién les cortó el bello y la belleza a nuestras ideas sino la sociedad? ¿Quién cometió ese ideocidio y por qué se lo permitimos?

Sabemos como hemos de mirar, como hemos movernos, tocar, incluso sabemos a qué huele el amor. Nos enseñan el amor como algo positivo, algo ideal, magnánime, algo que se basa en la reciprocidad, en la complicidad, en generosidad suprema. Pero, alguna vez nos paramos a pensar ¿si realmente somos tan dadivosas cuando estamos enamoradas? ¿Si es tan positivo o si hemos idealizado un sentimiento que nos conduce a otro destino diferente al que suponiamos que queriamos llegar? ¿Por qué se nos marca un destino al que llegar mediante el amor? ¿por qué la sociedad me dicta mis destinos?

Creo que debieramos reinventar el amor, aunque para ello primero debieramos reventar los cliches del amor y, para poder deshacernos de esos cliches y mentiras, debieramos poder tener otra perspectiva de ellos, habría que poder identificarlos. Desenmascarar, en definitiva, lo que pueden estar ocultandonos tras el idealizado concepto social del amor.

El amor nos llena de sensaciones y sentimientos que nos invaden y recorren, sensaciones que nos han enseñado a identificar de una manera concreta y de la que, en caso de que nos correspondan, sabemos el camino a seguir y, por supuesto, el lugar al que nos lleva, matices aparte, el sendero del amor. Hasta aquí de acuerdo. Pero, podemos negarnos a seguir el camino, podemos seguir el atajo de caperucita, pero ese también nos lo enseñaron, aunque como penumbra, como lúgubre y, como todo lo lúgubre y penumbroso, peligroso. Es decir, cualquier otro camino, en el bosque, en el desierto o en el sendero del amor (que unen ineludiblemente al de la vida), es peligroso e indeseable según el saber popular.

Si tan sencillo y bien señalizado está un camino, como es el del amor que, incluso quien se niega o dice no saber amar según sus experiencias, pueden identificar sin ningún problema en sus propias vidas e, incluso, en las de quienes les rodean; ¿no será que es un artificio de alguien o algo que quiere dirigir nuestros pasos a una fosa común de experminio? Desde luego, a mi me parece que el amor está demasiado mediatizado y dirigido para poder pensar que nos lleva a algún lugar paradisiaco. Incluso, quienes nos ofertan el paraiso como lugar de descanso, muchos esfuerzos hacen para limitar nuestros, de por sí, relajados andares, para dirigirlos hacia el lugar donde ellos quieren que acabemos. Y, desde luego, el amor no crea nuevo conocimiento. ¿Por qué entonces ha de ser un camino guiado?

¿Por qué nos hablan de una larga y tranquila vida? Suponemos, o supone todo el mundo, que cuantos más años vivamos mejor será para nosotras; se supone que cuanto más tranquila sea la vida, más habremos disfrutado de ella; y, se presupone, que cuanto más enamoradas estemos más tranquila (monótona, en mi opinión) y lóngeva (esclavizada para el cuidado de la otra persona y toda la progenie, en mi opinión) habrá de ser.

Desde luego, vivir más para dedicar todos esos años a mantener un sistema social de privilegios me parece estúpido. Que, por cierto, el enamorarse lleva ineludiblemente el seguir con ese sistema de privilegios, pues acrecentamos la relación de amor en detrimento de muchas relaciones sociales que teniamos hasta ese momento; ¿qué tiene eso de generoso o solidario? Y pensar que por enamorarse se va a vivir más y mejor, me parece de mentes abducidas. Mentes abducidas que tienen como meta de felicidad en esta vida el amor. Su esfuerzo diario está reservado al amor. Esfuerzo mental y físico que les resta tiempo de dedicarselo a sí mismas, al resto, a temas comunes, a modelos de vida diferenciados de los cliches sociales que nos invaden. No. Parece ser que es mejor esperar a enamorarse y dedicar toda tu entera vida a una única persona; parece que la gente no se da cuenta de la rica vida social que podía tener hasta el momento de enamorarse. Aunque cierto es que para una persona que nunca se ha despegado de los protectores brazos de sus progenitoras el enamorarse y salir de casa puede ser salvador, al igual que para un cura o una monja, pues eso les haría conocer algo más de mundo fuera de su lugar de retiro, y temer menos a lo de fuera, lo que, hasta ese momento, les era ageno, extraño.

Está claro que para la persona que realmente está viviendo con intensidad experiencias, casi de continuo, el amor, al menos tal y como nos lo hicieron aprender, es una traba, un bache en el camino de la intensa vida. Luego, si el cúmulo de experiencias o si una de ellas le llevase antes del "debido tiempo" a la tumba, es cosa de la persona que las ha vivido intensamente. Eso sí, nadie debiera decir que esa persona tuviese una aburrida vida. Y, cierto es que una vida aburrida es más larga, al igual que nuestra percepción momentanea del tiempo es infinita en los ratos que nos aburrimos. Pero, al final de la vida, si echamos un vistazo atrás ¿quién va a hacer repaso de los momentos de aburrimiento? Serán esas experiencias que nos dejaron exaustas, esas que nos mantuvieron en vilo, o sin aliento, o las que, tras ellas, dejaron un reguero de reflexión sobre lo acontecido: todas ellas serán el cúmulo de algo digno de llamarse vida. ¿por qué enamorarse, entonces, para el objetivo de confinamiento que viene siendo la tradición?

Es por todo esto que me parece que se puede, o se debiera al menos, analizar y reestablecer lo que el amor debiera repercutir en nuestra vida o cómo podriamos vivir el amor sin que se convirtiese en nuestro carcelero, en nuestra degradación personal o ¿acaso el hecho de formar una unidad convivencial basada en el amor puede realizarnos como personas? Bueno, supongo que dependerá de las expectativas o ambiciones de cada cual pero, por lo que yo conozco hasta ahora, las basadas en amor, suelen estar basadas a su vez en otros estamentos sociales de "realización personal", como el trabajo que nos venden como cúspide de esta en la vida social. Siendo, el amor, el complemento ideal en lo personal para la obtención social suprema del reconocimiento junto con éste.

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