2010/03/12

El Planeta Arreit

En un universo cercano, paralelo dentro del multiverso en el que vive quien lo narra, había un planeta llamado Arreit. Este planeta estaba lleno de Arritcolas que hacían con normalidad sus vidas al igual que las hacemos nosotras en la Tierra. Sin embargo, había una diferencia sustancial entre Tierra y Arreit: En Arreit vivían sumergidas en agua mientras que en la Tierra, por su mala ubicación y peor gestión medioambiental, habían ido perdiendo este medio de donde tuvieron que salirse por falta de espacio, ocupando así los espacios más de secano.

Las Arreitcolas, nadaban a sus anchas por inmensos oceanos, para llegar a sus trabajos, siempre ubicados cerca de sus casas para  no usar debastadores automatismos en que viajar si por su lejanía lo pudieran necesitar. De este modo, cada veinte horas se acercaban hasta sus trabajos nadando, cruzandose con otras Arreitcolas con las que podían hablar saludar o, si fuese necesario, ayudar. En Arreit, nadie tenía prisa por llegar al trabajo, ya que al llegar seguiría estando en el mismo lugar y seguirían habiendo las mismas necesidades. Sin embargo, las cuatro horas que pasaban al día allí, eran única y esclusivamente dedicadas a sus quehaceres. Cada encargada de Dinamizar el trabajo de cada día se ocupaba de ello, animandoles a que así lo hiciesen por el bien común.

Disponiendo de veinte horas de ocio al día, de entre las que, catorce eran utilizadas para descansar y alimentarse, todavía les quedaban seis para su uso y disfrute, socializandose. En Arreit, por supuesto, tenían sus casas, algunas propias y otras comunes, dependiendo de las preferencias y personalidades de cada ciudadana y, éstas, no eran posesiones inmovilistas, sino que eran de uso. Una vez que quien allí viviese  quisiera viajar, o cambiar de trabajo, dejaba la casa igual de bien que la había encontrado y buscaba otra más cercana a su nuevo lugar de trabajo. Sin embargo, la mayor parte de las seis horas de ocio las pasaban en lugares comunes, hablando, discutiendo y soñando el futuro. Tenían, desde luego, una calidad de vida envidiable.

Claro que es mucho más facil tener una buena calidad de vida cuando tus conciudadanas están a tu lado y saben de tus problemas, de tus malestares y enfermedades. Siempre es más facil ser empático y ayudar a quien conoces, porque tienes la oportunidad de llegar a conocer y entender. Es probable que en Arreit, el hecho de conocer al resto de la comunidad, también hubiese generado un ambiente en el que nadie quisiese ser más ni menos que nadie y que, por tanto, nadie sintiese la necesidad de explotar laboralmente a nadie. Nadie era más rico ni pobre que nadie pese a que todas ellas disponían de moneda y ahorros propios. Cuando lo vi me sorprendió, seguramente porque estaba acostumbrada a la Tierra; pero, en poco tiempo me acostumbré. Creo que, seguramente, por eso nadie se planteaba jamás hacer horas extras en ningún puesto de trabajo, ni se le pedía a nadie que las hiciese. El tiempo de ocio era, prácticamente, sagrado. Una fuerza suprema a la que adorar y respetar, teniendo como respuesta de esta fuerza a la que adoraban, la felicidad común.

Ciertamente, me costó más acostumbrarme a la escafandra y al oxigeno enlatado que al modo de vida de las Arreitcolas. Claro que, todo resulta más fácil cuando, al llegar por primera vez a un sitio, en vez preguntarte "de dónde eres", te preguntan "que tal el viaje" o "cuales son tus aficiones". Ni siquiera me encontré con problemas a la hora de encontrar trabajo durante el tiempo que quise quedarme en aquel hermoso planeta. Según la afición que les dije, me encontraron un trabajo de profesora. Decían que yo, siendo de lejos, podría enseñarles muchas cosas que sus pequeñas no sabrían y que, tras la escuela, podrían enseñarselas a su vuelta. Era completamente increible las ganas que tenía todo el mundo por aprender cosas nuevas, por conocer a todas las que les rodeaban. Por crear más saber común a partir de los puntos de vista y los conocimientos más distanciados. Claro que, al contrario que nosotras en el planeta Tierra, en Arreit, disponían de tiempo gracias a su moledo de sociedad.

Pero, por lo demás, no había tanta diferencia, tenían, al igual que en nuestro planeta, montañas, mares, lagos y rios. Una fauna y flora muy ricas que además de visualmente extraordinarias, eran deliciosas como aperitivo. Aunque es cierto que unos meses tardé en hacerme a sus horarios de comidas y a las texturas de éstas. También disfrutaban de esos hermosos paisajes multicolores, no tan diferentes a los colores de la Tierra, en sus fines de semana de tres días. En los que a nado, o dejándose llevar plácidamente por las corrientes, iban a esos valles, montañas y mares para cambiar de paisaje o para darse un chapuzón en aguas más frescas, aliviando así el rutinario calor al que estaban acostumbradas. Realmente era bonito.

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