2010/03/18

Primeras Impresiones sobre las Arreitcolas

No puedo olvidar mi primer día en aquel asombroso planeta, la primera criatura a la que me encontré y cómo me recibió; recuerdo, por lo que me impresionó, palabra por palabra, toda aquella conversación:

- Se te ve cansada. ¿Qué tal el viaje?- Me preguntó una Arreitcola que se acercó con curiosidad a la burbuja que acababa de abandonar.
- ¡Aiba! ¡hablais mi idioma!- exclamé sorprendida mientras me pensaba la respuesta a su pregunta- Pues un viaje extraño, porque sin camino más que viaje creo que ha sido una aventura.
- Lo sé, no hay caminos que lleven a Arreit, nuestro planeta. De todas formas, creo que estás confundida; nosotras hablamos nuestro idioma, con el cual nos comunicamos entre nosotras y con las otras. Coincide que hablas el mismo idioma que nosotras utilizamos aquí.
- ...- Quedé pensativa. Ciertamente en un planeta extraño era imposible que yo, o algo mio, aunque fuese el idioma, fuese una copia de algo o alguien venido de un planeta de un universo paralelo, dentro del multiverso. Ahora, yo, era la extranversa. No sólo no pertenecía a su planeta, sino que ni siquiera pertenecía...
- No te preocupes, vente conmigo, te enseñaré esto...- interrumpió súbitamente mis pensamientos.

Nadamos en silencio unos cientos de metros. El camino que más que camino era un pasillo por el que nadabamos entre vegetación coralina, a lo largo de un valle con un precioso riachuelo turquesa. Ese riachuelo nos llevo hasta un embalse que había un poco más adelante, donde se detuvo. Extendiendo su mano me dijo:

- Esta es la zona que más me gusta de esta parte de Arreit y de todas las que he estado. Es por eso que me vine cerca de aquí a vivir hace ya algún tiempo. Aquí hay gente hermosa, de largas y profundas conversaciones, aquí hay colores fríos que, en contraposición, hacen juego con el calor de los corazones de mis cohabitantes. Y es por eso que quería mostrarte esto antes que nada. ¿A tí que tipo de gente te gusta? ¿Que cosas te entretienen?

No podía entender su pregunta. No sabiendo nada de mí, ni me había preguntado por mi origen, ni por mi trabajo, ni siquiera por qué había querido parar allí. No sabiendo nada de mí, sin preguntarme qué hacía allí, sin plantearse si tenía que trabajar o iba de camino a algún lado, se había tomado la molestia de mostrarme, enseñarme y explicarme lo que me rodeaba que, parecía ser, era lo que más le gustaba. Pero ¿por qué me habría de importar a mi eso? y ¿por qué me preguntaba sobre mis gustos si no nos conociamos?

- Alguna cosa que prefieras hacer en tu tiempo libre, en ese que no viajas, habrá,...¿no?- La reformulación de la pregunta no denotaba ninguna prisa por obtener respuesta, más bien asombro por no haberle respondido a la primera.
- ¿Cuando no estaba viajando? Bueno, normalmente acostumbraba a enseñar cosas a otras gentes. A esa profesión allí, en la Tierra, en mi planeta, la llamamos educadora, profesora o maestra. Y, cuando tenía tiempo libre, viajaba.
- Ah, cierto, que allí primáis el trabajo al resto de la vida, representando éste un porcentaje alto de vuestro tiempo. Entonces, ¿te gustaba eso a lo que dedicabas tu tiempo? -Trató de adecuar el lenguaje a mi forma de vivir y pensar, como fui descubriendo poco a poco más adelante.
- ¿Te refieres, entonces, a cuando viajaba? Bueno, realmente me gustaban ambas cosas. Me encantaba enseñar cuando trabajaba, pero también me gustaba aprender mientras lo hacía con las personas con las que me rodeaba. A veces dudaba de quién enseñaba a quién, o quién aprendía más de quién. Y, por supuesto, también me gustaba viajar, donde también aprendía y, luego me di cuenta, enseñaba.- Dije muy segura de que eran las cosas que más me gustaban hacer.
- Bueno, entonces, si decidieses que la gente de este lugar te gusta, podrías enseñarla a ella. Podrías ser profesora que aquí también las tenemos. Y, siendo de tan lejos, habiendo visto cosas tan diferentes, podrás enseñar cosas que las que llevamos más tiempo anquilosadas en este valle, por supuesto, no sabremos. Es probable que tras conocerte, incluso volvamos a sentir la necesidad de mudarnos, de ver nuevos lugares. ¿no? -Y sin esperar ninguna respuesta, habiendo sentido la sinceridad y pasión de mi respuesta y la cara de asombro que estaba poniendo en ese momento, agregó - sígueme.

La curiosidad me mataba y, pese a que alejarme de la burbuja podría suponer no llegar a tiempo para coger nuevamente otra bombona de oxigeno, decidí seguirla y ver porqué, para qué, cómo... No sé, creo que quise saber más acerca de aquella gente que parecía ser la tranquilidad, humildad y bondad en sí mismas. ¿Dónde estaría el fallo? ¿Me habría encontrado yo a la mejor persona de todo el planeta? ¿Sin conocerme, realmente, podía tener ganas de ayudarme a buscar un trabajo? ¿Tenía yo ganas de trabajar? ¿Sería, como ella decía, capaz de enseñarles tantas cosas a aquellas alumnas? ¿Como se enseñaría en ese planeta? ¿Usarían libros? la verdad es que sentí cierta nausea y sensación de vertigo mientras todas esas dudas se arremolinaban en mi cabeza. ¿Sería yo capaz? ¿Podría vivir allí con las escasas diez bombonas de oxigeno que llevaba en mi protectora burbuja?

A medida que nadábamos hacia no sabía muy bien dónde, ella iba encontrándose con otras arreitcolas que saludaba y con las que se paraba a conversar. Parecía que nunca fuésemos a llegar al destino. Llegué a pensar que, de hecho, se había olvidado de que le acompañaba a algún sitio. Se entretenía en conversaciones farragosas que no llegaba yo a comprender del todo y, algunas, que para mi ni siquiera tenían sentido.

- Pero... - Le dije tímidamente mientras pensaba en mis bombonas y en la posibilidad de morir asfixiada.
- Si tu preocupación es por el oxígeno, no te preocupes, ¿no viste que le comenté a una amiga  el motivo de tu escafandra? Pensé que no tendrías oxigeno suficiente y, al decirselo, ella se ofreció para acercarse a la burbuja y traerte el resto de los depositos de vida que allí pudiese encontrar.
- ¿Sí? Muchísimas gracias... Aunque de todas formas, estaba pensando que, con las bombonas que traje tendré que abandonar Arreit antes de lo que había pensado. Realmente cuando empecé a caminar nunca pensé que llegaría a un lugar tan interesante en el que habitar y aprender. Creo que no muy tarde, tendré que volver.
- Caminante, tu hiciste el camino al andar, un camino que puedes recordar, pero no ves porque a tu paso la maleza se cerró, ocultando el regreso. Al andar se hace camino y al volver la vista, ves la senda que no has de volver a pisar. Esa ya la hiciste.
- Pero... - Seguía pensando en el oxigeno.
- Buscaremos nuevas soluciones para darle continuidad a tu camino.
- ¿Tú y yo, solas? Pero si se me acaba el oxigeno moriré
- ¿Sois desconfiadas por naturaleza o por bocación? Estoy segura de que si confías un poco en mi, en vista de que dejaste atrás la Tierra porque no te gustaba el ambiente que se respiraba allí, ambiente asfixiante e inmovilizante que no deparaba ningún prospero futuro...
- ¿Cómo podrías saber tú que abandoné la Tierra por eso? - Exclamé sin darme cuenta de que en mi preguntaba se hallaba la certeza de no haber errado en su afirmación.
- Es sencillo, cuando te dije que me siguieras, antes de acordarte de tu oxigeno, ese que conservaría tu vida más tiempo, decidiste seguirme, conocer cosas nuevas y vivir. No podía ser de otra manera. Definitivamente,  si me seguiste sin dudarlo, lo que dejaste atrás debía estar asfixiandote mucho más allá de la vida o la muerte.
- Ah... - Fui incapaz de dar una respuesta más locuaz a una conclusión tan redonda y bien argumentaba con un mínimo de palabras como la que había hecho aquella persona.
- Como te decía, si confías un poco en mi conseguiremos juntas solventar ese problema.
- ¿Solas?- ¿Como podría aquel ser con mi ayuda rellenar unas bombonas de oxigeno si el oxigeno Terricola no podía existir en aquella Hidrosfera?
- ¿Solas? Nosotras, en Arreit no conocemos eso. ¿Qué se supone que quiere decir solas? - Me preguntó mientras todo su cuerpo me observaba e interrogaba como si hubiese dicho la mayor memez que pudiera imaginarse.
- Solas... Tú y yo, sin nadie más.
- ¿Sin nadie más? ¿Cómo y por qué habría ser sin nadie más si estamos rodeadas de tantas? - La verdad es que parecía no entender el concepto de soledad y yo, por primera vez, me sentía estupida e incapaz de hacerselo comprender. Un concepto, un sentimiento, tan común en el planeta Tierra. ¿Cómo podría ser que no fuese capaz de entenderlo?

La seguridad de aquel ser al que acompañaba al transmitir, al comunicarse... No quedaba más que confiar,  pues tampoco daba ninguna sensación de nada por lo que tuviese que pensar lo contrario.  Realmente, salvo que fuera la persona más lozana del mundo, sin trabajo ni preocupación alguna, se estaba portando genial dedicandome todo su tiempo. Realmente había tenido un trato esquisito conmigo, no sabría el motivo por el que desconfiar de aquella persona. ¿Podría ser que en la Tierra nos enseñasen a ser así?¿Realmente podría ser que se pudiera vivir sin la sensación de soledad?

No hay comentarios: