2010/04/06

Unos Minutos a Solas en la Ludoteca

Estábamos sentadas todas en rededor de una pequeña mesita situada en la parte exterior de la ludoteca para aprovechar el calor y la luminosidad del día, acomodadas en unas acogedoras sillas, cubiertas por unas especie de pequeñas mantas que las acolchaban invitando a no abandonarlas jamás. Me levanté a cocinar un poco de té para la que sería una hermosa velada. Uno de esos tés turquesas brillantes que invitaban a la imaginación que me requieren las conversaciones profundas en Arreit.

Fui hasta la cocina de la ludoteca, donde la gente llevaba su comida para cocinar allí conjuntamente con otras ciudadanas, o llevaban hierbas de lejanas regiones de Arreit para que pudieran ser degustadas por otras personas, una vez que ellas ya las habían probado. Eran pocas las cosas que una vez llevadas a la ludoteca se iban de vuelta a casa. Todo lo que se llevaba allá era para que también las demás lo disfrutasen, incluso si quien lo llevó no estaba delante y, por supuesto, la gente siempre llevaba alguna cosa más. Era fácil encontrar de todo.

Deje agua hirviendo mientras buscaba alguna otra planta que infusionar con las turquesas que me resultaban tan sugerentes. Alguna que llenara de algún fragante aroma todo el espacio que cubrían la mesita y las sillas, un aroma que crease un ambiente de confianza, de cercanía, de ternura; donde todas las presentes se sintiesen como en casa. Era gente con la que estaba compartiendo una parte de mi que en la Tierra no era fácil compartir. Aunque por ahora se limitaba a las discusiones. Hasta hoy no había tenido ninguna sensación en el roce con una de aquellas hermosas personas.

Mientras buscaba por las estanterías de aquella interminable despensa, oliendo distintas plantas, tocando las texturas de las hojas de las que, si no era hoy, otro día haría una infusión; concentrada en todo lo nuevo de los sentidos del tacto y del olfato que hasta ahora para casi nada me habían servido. De pronto, sentí como una tibia mano se deslizaba suavemente desde detrás, subiendo, muy lentamente, por mi brazo. Un gran escalofrío recorrió mi espina dorsal. Sin darme la vuelta sentí la tibieza y sensualidad de sus labios en mi desnuda espalda. Una segunda mano empezó en ese momento a recorrer mi otro brazo que aun sostenía un bote traslúcido lleno de plantas malvas. Mis ojos que habían permanecido cerrados desde el inicio de la caricia, se abrían ahora observando su reflejo en el bote. Su hermoso rostro de sedoso pelo, mirada profunda y gesto sereno se veía más hermoso, si cabía, reflejado en el color malva de las plantas. Sus manos alcanzaron las mías, haciéndome soltar el bote en la estantería, entrelanzándose. La desnudez de su cuerpo abrazó, a su vez, mi espalda. Ella y yo eramos ahora un solo abrazo. Tan solo me susurró al oído un casi imperceptible “no te preocupes por nada”, mientras la humedad de sus labios recorrían mi lóbulo derecho.

El calor de ambos cuerpos incrementaba por segundos. Sentía mi propia humedad y calor y, las suyas, tras de mi. Su humedad también le recorría a ella que acariciaba mi cuerpo besándolo afanosamente, ardiente, mientras se acariciaba el suyo propio. Mis brazos, que hacia atrás tenían la movilidad bastante reducida, trataban de acariciarla, caricias de las que parecía que se escabullía. Su boca fue recorriendo mi cuerpo; lamiendo también mis manos cuando se acercaban queriendo acariciarla sin dejarlas hacer la función para la que yo las mandaba.

Finalmente, mis dedos, con la humedad de su boca sobre ellos, empezaron a recorrer mi cuerpo, acariciándome, masturbando desde mi cara hasta mis pies todo lo que alcanzaron mientras, a su vez, ella hacía lo mismo desde donde se hallaba. Mi cuerpo se estremecía de placer. También podía notar el suyo tembloroso en aquel pasional momento.

Su pelo empezó a tener dificultades para recorrer el camino que hacía su cara. El propio sudor de ambas lo dejaba pegado, deslizándose cual fina ventosa a lo largo y ancho de mi. Finalmente, ella cogió con firmeza mis brazos, dando la vuelta a mi cuerpo, el pelo humedecido se le adhería a la cara dibujando las formas sencillas y finas de su rostro. Acercó sus labios a los míos y su cálida boca se unió a la mía fundiéndose, en el calor húmedo de nuestros labios y lenguas, el cariño que nos profesábamos. Después de aquel tierno y apasionado beso, ella se alejó lo suficiente para poder mirarme a los ojos y decir:

- Quiero que no te quepa duda de que me gustaste desde el momento en que entraste en la cocina con aire de comerte el mundo, con una figura grandiosa, como si nada pudiera frenarte y, al verme, no pudiste más que encogerte y saludarme. Quiero que sepas que no lo hice en aquel momento porque sentí tu miedo, sin saber muy bien a qué. Y no lo hice en el monte porque, pese a ver la ternura que mostraban tus gestos, parecían decirme que no tus temerosos ojos. Vi la excitación de tu cuerpo por mi desnudez al salir del lago y supe que no era la desnudez sino yo lo que te excitó. Sin embargo, hasta hoy no has estado relajada. No has sido capaz de sentir nada hasta que has dejado a un lado todo lo que traías de la Tierra.
- ¿Duda? Después de la experiencia más sensual y tierna a la vez que pasional y excitante que hubiese vivido nunca, ¿como podría tener alguna duda de que mi sentimiento es reciproco y de que lo ha sido desde un primer momento?
- ¿Que pasa con el té?
- ¡El té! - exclamé recordando dónde estaba y por lo que había acabado entre estanterías.
- No. tranquila. El té estará ya servido. Le pedí a una de tus alumnas que me acompañase. Por lo que seguramente ya hayan empezado la tertulia. Si te apetece podríamos unirnos ahora.
- Me encantas. Contigo todo resulta tan sencillo. Vayamos...

Nos unimos a la conversación que, curiosamente, trataba sobre las relaciones interpersonales y el sexo en éstas. Nos explicaron brevemente cómo habían llegado a eso hablando sobre nosotras dos cuando ella fue a buscarme. Ciertamente, sabiendo buscar, en todos los entornos se puede encontrar conocimiento.

- Perdonad mi ignorancia, ¿aquí que tipo de clasificación sexual hacéis? Si es que hacéis alguna...
- Sí claro; distinguimos las caricias no pasionales y las pasionales que las llamamos masturbación. Las primeras son todas aquellas que recibes con sentimiento pero sin pasión a lo largo del día. Las segundas las que das y recibes de una o varias personas en momentos puntuales a lo largo del día...
ya, claro, pero me refiero a los sexos y sexualidades.
- Bueno, eso aquí no se hace desde hace muchísimas centurias. No tiene sentido alguno, pues estaba basando en la comparación dejando siempre, en esa comparación, uno o varios sexos o sexualidades, subyugado a otro. Siempre era una minoría la representada de un modo puro por las clasificaciones sexuales, así que discutiendo un día, muchísima gente, llegamos al punto de comprensión por el que entendimos que estábamos comparándonos de un modo egolatra, siempre poniendo como punto centro la persona y lo que para ella representaba un todo, pero que no dejaba de ser su propia visión de su sexualidad o sexo.
- Ya pero...
- Tú acabas de decir que yo soy maravillosa y, de hecho, acabamos de estar masturbándonos en la despensa, ¿cierto? -preguntó ella tratando de hacerme entender lo que otra contertulia estaba tratando de explicarme y prosiguió- ¿Te importó mi sexo o sexualidad en el momento que estaba masturbando nuestros cuerpos?
- No. Desde luego que no, ni me importó ni creo que me importe. - respondí vacilante-
- Y, ¿viste mi cuerpo en algún momento? - agregó-
- No pude, me mantuviste de espaldas... bueno, o me mantuve de espaldas...
- Entonces, si en lo que está basadas las caricias es en el placer, ¿por qué habría de hacerse una clasificación diferente a una basada en éste?
- ...- No sabía que responderla. Resultaba tan lógico. Era tan cierto que no me había preocupado por nada, como ella me pidió, hasta que no había un contesto social en el que se versaba sobre mi sexualidad que no me había dado cuenta antes. Que absurdas clasificaciones.

La conversación prosiguió alrededor de aquel té turquesa durante aun varias horas más, tras el tema del sexo hablamos de las relaciones interpersonales en el plano de la convivencia. Realmente parecía algo muy sencillo sobre lo que discutir para ellas, pero un tema algo complicado para mí que venía de una organización de los espacios en las casas un tanto diferente.

La última parte de la tarde la dedicamos a ver la puesta del sol rosa y amanecer y posterior atardecer del sol de luz blanquecino-amarillenta. Sin mediar palabra, fue el momento de reflexión previo a volver cada cual a su casa.

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