2010/10/28

Carta a Mi Soledad

Estoy sola, un día más, rodeada de gente; pero, sin embargo, sola. Inmersa en mi rutina. Rutina que me mantiene presa del tiempo, del resto, del dinero. Todo parece pasajero, todo pasa a mi lado, a mí alrededor; la gente que un día parece ser mi amiga del alma, sin más, desaparece; parece olvidarme. El tiempo, irremediablemente, pasa, junto con la gente y el dinero que entra en mi bolsillo a finales de mes y a mediados ya se ha ido. Nada permanece. Pese a que me enseñaron que había que hacer durar las cosas me doy cuenta de la hermosura que desprende lo efímero; la belleza de incontrolable; la excitación que me produce saber que no puedo poseer nada.

Ah, la posesión, cuan cruel invento. Para poseer objetos, trabajo. Rutina. Para poseer amigos, salgo. Rutina. Para distraerme, veo la tele. Rutina. Para comprar la tele que me distrae, trabajo. Rutina. Para ir a trabajar, me compro un coche, para lo cual también trabajo. Rutina. Al tener el coche, procuro usarlo, además de para trabajar, pues no quiero vivir para trabajar; lo uso para mi ocio. Pago por el coche, pago por el ocio, pago su mantenimiento, pago. Rutina. Mis amigos me encantan, por eso salgo y, siempre que puedo, pago unas cervezas. Cervezas que tengo que pagar, para lo cual trabajo. Rutina. No vivo para trabajar, sino que trabajo para vivir... Todo el día activa, rodeada, pero sola y envuelta en rutina.

Algunas veces, tan cansada acabo de quienes me rodean, del trabajo, de las facturas y de todo, que me escapo. A veces a lugares lejanos, con mi coche, con tu moto. Pero otras veces, sin necesidad de irme tan lejos, en la tranquilidad de la soledad elegida, te reencuentro. No es como empezó. Sí, yo te recuerdo al otro lado del ordenador, cuando trabajabas e una escuela a orillas del Cantábrico, cuando me propusiste hacer un proyecto de intercambio en una escuela a raíz de mi propuesta de intercambio de arte, la cual te venía grande. ¿Por qué no? Podía resultar interesante. Trabajamos, a través del ordenador, escapando a mi rutina. Era algo diferente a lo que había venido haciendo hasta ese momento. Intercambiamos cyberconversaciones en forma de mail; fructíferas conversaciones que dieron su resultado: llevamos a cabo un proyecto que disfrutaron a los dos lados del océano.

Sin embargo, no acabamos ahí tú y yo. No Koldo; lo recuerdo. Hablamos de muchas cosas, recuerdo las conversaciones, las releo de hecho en mi email de vez en cuando. Descubrimos un mundo común de expresión escrita mucho más allá de lo artístico de mi propuesta inicial. Un mundo común que a ambas nos entusiasmaba, que nos unía, que nos daba juego. Sé que te gustaría leerme más, pero mis propios miedos me impiden mandartelo.

Llego un momento, incluso, en que dejamos de mandarnos emails; no eran necesarios. Tú empezaste a invadir mis sueños, algunas veces pude sentirte a mi lado, junto a la ventana. Sentí en la brisa tu susurro que en algunos ratos me animaba y en otros, incluso, me inspiraba. Creo que tratabas de olerme. Sé que estuviste, incluso en mi cama. No recuerdo si me lo dijiste o lo aprecié en tus caricias, pero sé que estuviste. Y pese a no saberlo, creo que he llenado de humedades también algún rincón, de tu casa y tu cuerpo, en una o más ocasión. Habré de esperar a que me lo corrobores cuando nos volvamos a ver. Esta vez te toca a ti venir volando.


Son tus visitas, en parte, las que sin tener que trabajar por ellas, me evaden de la rutina. Son esas ideas, extrañas, absurdas, inconexas, figurativas, abstractas, estúpidas... que escribes, las que me hacen verme y dibujar en mi imaginación sueños que había perdido por no atreverme a mirarlos. Porque me habían casi convencido de que lo rutinario es lo que a todas nos queda, sin nada más allá que pudiera ser realmente extraordinario. Digo en parte, porque no es mi único refugio, tengo mi poesía, mi prosa y alguna otra cosa. No hace falta que te explique, sé que me entiendes. Es, en la soledad física en la que te leo, en la que más acompañada me siento, quizá sea que me siento comprendida, quizá que expresas ideas que me son afines, muchas comunes. No, Koldo, siento desilusionarte si creías ser la única persona que pensaba en ellas. Sé que no. Porque yo también había quemado neuronas en esos mismos pensamientos. Tal vez verlos reflejado en un estilo envuelto, aunque no revuelto, me de motivos para pensar que las cosas pueden ser hechas de otra forma.


Aunque, lo de esta última visita ha sido el colmo. Me encanta cuando me desnudas, cuando te sumerges en mi con tus manos, con tu lengua. Cuando jugamos a todo lo que nuestra imaginación nos sugiere; solas a veces, con compañía otras. No siento celo alguno de tu forma de expresión, ni corporal ni escrita. Pero, lo de esta última vez ha sido el colmo. Sabes que me seduce leerme y leerte, en uno u otro papel en tus textos; sé que no soy yo la descrita en muchos, pero haces que me sienta en su interior; me seduces con mi aparición. No me importa en absoluto que lo hagas, pero esta última vez me he sentido violenta; podría decirte que incluso violentada. No sé si permitirtelo o perdirte que no lo hagas nunca jamas, la sensación ha sido sumamente extraña, pero por favor, la siguiente vez que vueles hasta aquí y uses mis manos, al despedirte, dame un beso y un abrazo. No me mandes un email para que vea el resultado de haberme escrito a mi misma pues delante de la computadora violaste mis manos.

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