2010/10/21

Una Conversación de Tú a Tú con La Terrícola

Tras unos minutos de pensamientos cruzados sobre lo que allí poco tiempo antes había pasado, decidí que, fiel a nuestra forma de actuar, habría de preguntarle para saber, así, qué le había ocurrido, qué le había producido tanto temor y rechazo; por qué motivo había rehuido mi abrazo y se había alejado, sin despedirse, de mis labios.

Retorné al interior de la habitación, mi cara debía rebelar sin problema mi estado de ánimo y desconcierto por lo sucedido, porque nada más girarme y entrar mi compañera comenzó a levantarse y acicalarse. Sabía que ahora sí había un motivo para abandonar la habitación, un motivo entre motivos, el más importante, el de la necesidad  de la comprensión debido a un fuerte sentimiento empático por las personas que nos rodeaban. En mi cara debió de ver reflejado algo que le hizo sentir en sus propias pieles lo que yo estaba sufriendo que, en parte, devenía en lo que estaba sufriendo otra persona, en parte por mí, en parte por quién yacía en la cama y en parte por sí misma, por sus miedos y tabús. No había escusas, culpas ni preocupación, tan solo dolor; un dolor que podía ser sanado. Si hubiese alguna escusa que dar, habría una mentira que ocultar y tal no era el caso. Si hubiese alguna culpa sería por mentir y no cabía en nuestras cabezas hacerlo, pues nunca había motivo para ocultar nada, por eso nunca dábamos escusas. Y no podía haber preocupación, porque si no tendría solución, no cabría preocupación porque nada podría hacerse y, si por el contrario, podía hacerse algo, no cabía preocuparse, tan solo solucionarlo. Por tanto, tan solo había un subsanable dolor.

Una vez desodoramos nuestros sudados cuerpos y recogimos, aunque solo en parte, la desordenada habitación, nos dirigimos al salón y, tras no encontrarla allí, fuimos a la cocina donde se hallaba sentada cabizbaja delante de una infusión mentolada que aromatizaba toda la habitación. A su lado tres personas estaban comiendo algo acompañado de esa misma infusión que debían haber ofrecido a la entristecida compañera de piso. Hablaban entre ellas, respetando su silencio y sin forzarla a entrar en la conversación, en voz baja para tampoco perturbar sus pensamientos.

Ni siquiera se percató de nuestra entrada. Saludamos a las presentes, nos servimos unos cuencos de la recostituyente y aromática bebida y nos sentamos frente a ella yo y, a su lado, mi compañera, dejando al otro lado de la mesa a las otras tres que repentinamente se callaron. Era evidente que su conversación había caducado aunque fuese por factores exogenos, ahora tocaba una nueva conversación, seguro que no menos interesante y de la cual ellas sabían de antemano que serían oyentes.

- ¿Por qué? - pregunté yo en tono suave a mi deprimida amiga mirándola fijamente mientras, atónita por la pregunta, levantaba la cabeza léntamente como si el peso que la empujase a mirar el vaso fuese mayor que la fuerza que la impulsaba a devolverme la mirada. Finalmente ergio la cabeza y mirando al vacío, sin fijar la mirada en mis ojos, sino sobre mi hombro izquierdo replicó:
- ¿No debería ser a eso a lo que deberías dar respuesta tú? -  respondió excitada.

La terrícola, tras tirar la pelota a mi tejado, posó la mirada, plomiza ahora, asfixiante incluso, seguramente por el acusativo tono de ésta, tanto en voz como en lo acuchillante de sus ojos. Mientras tanto, mi última compañera de cama, nos observaba y fue acercando su brazo al hombro de ella, tratando de tranquilizarla, pues notaba que una conversación empezada en ese tono no podía acabar bien. De hecho, creo que fue el tono hiriente y acusativo de la voz, lo que le hizo posarle la mano en el hombro; no creo que anteriormente, al menos en nuestro planeta, hubiese visto empezar una conversación con dos preguntas, una directa, tajante, queriendo saber y la otra evasiva, dubitativa, hiriente y con resentimiento. Por mi parte, sin elevar un ápice el tono proseguí:

- Tanto tú como yo podríamos haber formulado esa pregunta, pero tu tiempo fue cuando te sorprendiste por algo; sin embargo, no preguntaste, preferiste huir a conocer. En cambio, yo he dejado lo que estaba haciendo por querer conocer el motivo que te ha impulsado a marcharte de entre mis brazos, a rechazar mis labios y, por eso mismo, pregunto, pues quiero saber,  ¿por qué? - Expliqué y volví a preguntar en vista de que sino iba a tener que explicar algo sin saber a lo que tenía que hacer referencia exactamente.
- ¿Realmente me preguntas por qué me marché? ¿tienes la menor idea de como me sentí al verte con otra? ¿Qué se supone que debía hacer sino dejarte haciendo lo que tú habías elegido? No creo haber ofendido tu libertad de elección al irme, en todo caso no creo que haya interferido. - Se disculpó aunque, al menos, con su segunda pregunta me había dado la certeza de que fue una sensación de celo lo que le hizo escapar.
- Haces demasiadas preguntas si es que realmente quieres saber las respuestas. Sí, lo preguntaba muy en serio, pues aquí nadie hubiera, en primer lugar tocado la puerta pues es un lugar al que no se pasa si no te han invitado y, por tanto, no se llama; y en segundo, si algo la hubiese sorprendido, no hubiera huido. E incluso sabiendo que tú siempre estás invitada a mi habitación como creo que lo sabías, si se te ocurriese venir como has hecho, tras mi recibimiento resulta muy desagradable que te rechacen, cuando yo no creo haberte negado un beso ni un abrazo ni lo que me hubieses propuesto en ese momento. Respecto a la segunda pregunta, no tenía la más remota idea de cómo podrías sentirte porque eres la primera persona que yo conozca que huye de una habitación tras ver a una persona que ama con otra. Eso aquí jamás había ocurrido y creo que es porque cada una de nosotras no se siente el ombligo del mundo pensando que todo ha de girar en torno a nosotras. Por último, yo no sabría ni te diría jamas lo que habrías de hacer, eso habrás de elegirlo tú. Pero no creas que en la reacción que has tenido has mostrado siquiera un ápice de respeto hacia mi libertad. Ni mucho menos. Si así hubiera sido, no habrías huido, en todo caso te hubieras despedido con otro beso y abrazo y te habrías marchado a hacer alguna otra cosa que te viniese en gana. Sino, la posibilidad de entrar y estar con nosotras también podrías haberla propuesto y ya seriamos nosotras quienes podríamos decidir si nos apetecía o no. De todas formas, creo que lo primero que deberías hacer ahora mismo es relajarte un poco y pensar, como has hecho otras veces, de modo abierto y razonado, pues de todas formas el hecho de que estuviese en la habitación con otra no trunca tu vida para nada, por lo que no veo el motivo de tu desasosiego.

- Muy fácil es para ti todo. Demasiado fácil pedirme que me tranquilice... - Dijo ya en un tono más melancólico que nervioso. A su alrededor se extendía un gran aura de melancolía, sin que nadie de las presentes puediesemos entender el motivo; sin embargo, nos debió parecer a todas que era buen momento para esperar calladas. Con lo que finalmente, una vez que en una mayor tranquilidad pudo poner en orden sus pensamientos, prosiguió entre sollozos- Desde que llegué no he ido conociendo más que a gente de una bondad y una calidad suprema, parecía que fuese dándome de bruces con todos los ejemplos más absolutos de personalidad positiva, entusiasta, empática y amable del multiverso. Pasaron algunos días hasta que te conocí a ti en la cocina, sublime, tranquila, dulce y con una mirada penetrante; ¿qué cabía esperar más que me enamorase de ti? Incluso, acabé entendiendo... - Pausó un poco dubitativa y siguió - o eso pensaba yo, que tú también sentías lo mismo por mí. Sin embargo, ahora me doi cuenta de mi ignorancia; tan solo fue sexo, aderezado en mi imaginación con guirnaldas y flores. Yo pensaba...
- No fue solo sexo. Y dicho sea de paso, no me conociste la mañana a la que te refieres. Me conociste días atrás, pero no pausaste tu mirada en mí cuando mi profesora nos presentó en casa a la hora de la cena. De todas formas, sigue... - Le invité tras puntualizar esas dos cosas que venían rondándome la cabeza varios días.
- Bueno, dices que no fue únicamente sexo; llámalo amor pasajero si quieres. Tampoco es que me importe mucho cómo se defina, por mi parte desde luego el sentimiento era muy diferente. No es que pretendiese que fuese algo para toda la vida. Tengo claro que toda la vida, sea en el aspecto que sea y a lo que se haga referencia, es demasiado tiempo. Aun así, pensaba que lo nuestro era algo, de alguna manera, especial...
- Yo tenía la misma sensación hasta que bajo el marco de la puerta de mi habitación reusaste a devolverme mis besos y abrazos. Quedé, pese a que te sorprenda, tan atónita y desconcertada como quedaste tú. No entiendo la relación que ves entre con quién me acuesto y la relación que podamos tener tu y yo. - Dije yo tratando de hacerle ver el inicio de su confusión y para ver si entre todas lográbamos acercarnos al motivo y a la solución de su malestar que no dejaba de ser un malestar común.
- ¿Cómo? ¿Para vosotras no guardan relación ambas situaciones? -Dijo mientras miraba a su alrededor buscando alguna mirada, algún gesto, alguna aserción que le fuera cómplice. Pero en vista de los rostros que le rodeaban prosiguió- Ya veo que no. Pues siento tener que admitir pese a que me duela que esta sensación de abandono que tengo ahora no va a desaparecer tan fácilmente, ni la sensación de caída al vacío que tuve al verle a ella -Dijo mientras la miraba ahora con ojos más calmados pero no sin resentimiento- el nudo que se me creo en el estómago y la garganta, cómo se me erizaron los pelos y me empezó a hervir la sangre en el negro fuego de la pena. Es una sensación que sé que fue real, que sufrí realmente, que tuve que pasar y que ahora no puedo hacer como si nada hubiese sucedido. Sigo sintiéndome ahogada, incluso aunque te creo, porque quiero y necesito creerte, no puedo deshacerme de esto. -Dijo al tiempo que estrechaba su cuello con ambas manos.

En ese momento unos dedos se entrelazaron a los suyos y separaron el nudo físico que le imponía a su cuello como metáfora del dolor real que sentía su alma. Hay veces que no es posible sin ayuda deshacer metáforas ni dolores reales. En este caso, mis dos amantes estaban ayudándose a soltar la tensión acumulada por la sinrazón de una cultura egoísta y posesiva. La tranquilidad que desprendía mi amiga, en todas las cosas que hacía y decía, no permitió más que se relajase; incluso sintiendola como parte de la causa de su dolor, no pudo más que soltar las manos y tranquilizarse. Seguramente, algo tuvieron que ver el prolongado abrazo que le dio a continuación. Fue un bonito momento, porque pudimos observar como sus músculos faciales iban recuperando la laxa tonicidad que solía ser habitual en ella a medida que los segundos pasaban en el abrazo. A lo que acompañó en su habitual dulce tono susurrandole al oído:

- No te preocupes por nada. Creo que puedo entender que te sintieses desorientada, abandonada, perdida. Mas no tienes porqué preocuparte pues ella te ama como solo ella ha podido amar a las personas que la han rodeado. Sí, es cierto que en Arreit, como creo que vas entendiendo, no poseemos nada; y mucho menos nos poseemos las unas a las otras. Por eso mismo, en ese sentido, no podemos amar más a unas personas que a otras, ni nos limitamos la cantidad de amores que debemos tener. Quien es capaz de amar disfruta del amor al igual que quien es capaz de pintar disfruta de su lienzo. No limita a un lienzo o a un color su creatividad; porque la artista no entiende que por solo pintar un lienzo o hacerlo en un color, su obra vaya a tener más valor. No siente celo de sus demás obras ni las obras se tienen celo entre sí. Sin embargo, las obras siempre le acompañan, incluso cuando las vende o las regala. Todas hablan bien de ella, aunque no estén en su presencia, porque se entregó a ellas con pasión y dedicación, buscando la armonía en el trazo y el sentimiento que la impulsaba en el corazón. En sus obras ha dejado, por el modo en el que en ellas se recreó, parte de su esencia. Y, tú, salvando el momento y comportamiento actual, lo hiciste en ella y lo estás haciendo en cada momento con cada una de nosotras.

Sus miradas se encontraron en ese momento a la vez que las manos de ella le iban soltando. Un pequeño silencio y un cruce de dulces y cómplices miradas que parecían haberse comprendido. Los ojos empezaban a chisporrotear lucecitas de nuevo. Pequeños destellos de ilusión volvían a calentar su ser ahora que había oído algo que realmente necesitaba. Podíamos leerlo todas las presentes en sus ojos: "me ama". Su cabeza se entornó de nuevo hacia mí, sus ojos seguían hablando: "yo también". Sin embargo, hoy no era día de medias tintas, tenía que saber ella de una vez que no era ya quien partió de la Tierra, tenía que afrontar ciertas cosas si pretendía seguir aprendiendo y creciendo en Arreit.

- ¿Tú También? ¿Estás segura de que tú también te amas? ¿cómo entonces, sino por falta de confianza en ti misma más que en las demás, dudaste en algún momento de la sinceridad de ese abrazo y de ese beso? ¿por qué no mostraste valor a enfrentarte insitu a tus miedos cuando y donde afloraron? Yo sabía que me amabas, tanto como sabía que yo te amaba a ti. No. Ese no es tu problema, sino la falta de confianza en ti misma, no del amor que te profesen las demás. Muchas veces la evidencia es ciega para quien no se atreve a ver. Y, normalmente quien no ve es quien no se atreve a afrontar la realidad de lo que está viendo.
- Lo siento. Algunas veces me resulta durísimo seguir en Arreit; es complicado, no te haces idea de cuanto, porque tú has nacido aquí. Porque además tu dulzura, tu sencilla lógica, tu hermosura, tu inteligencia te lo hacen más fácil. Hay veces que creo que en vez de haber venido aquí debiera haberme quedado en la Tierra y crecer con ellas, aunque fuese a un ritmo más sosegado. -Se vio diciendo al tiempo que su rostro volvía a quedarse pálido y con una ceja alzada.
- Sí, ya lo sé, es algo que llevabas pensando algún tiempo, ya lo habías comentado alguna noche entre sueños. No sé porque te asombra tanto haberlo dicho en viva voz. -Le respondí.
- ¿Deseas marcharte simplemente por lo de hoy? -Preguntó una de las compañeras de piso con la que, según me contó, otros días había estado compartiendo risas en el salón. A lo que la terrícola rápidamente aunque dubitativa respondió:
- Mmm, no creo que sea por lo de hoy. Pero, ahora que lo pienso, pudiera ser que tenga razón, pudiera ser que, a pesar de aprender muchísimo aquí, a pesar de enamorarme como llevaba años sin hacer; a pesar de lo hermoso y tranquilo de este planeta; de la Cultura, con mayúsculas, que tenéis; de las grandiosas personalidades que convivís; a pesar de todo creo que, como dije al principio, a mi me gusta aprender y enseñar, me encanta viajar y me ha encantado este viaje. No tenía ninguna fecha de vuelta, pero de hecho, en lo más profundo de mí, sabía que lo que más me gustaría sería enseñar a la gente de mi planeta cómo sois aquí, lo que he aprendido con vosotras, lo que podríamos aprender juntas...
- ¿Te vas? -Le pregunté sin extrañeza alguna pues era algo que esperaba, pero con nostalgia de alguien que sabía que si marchaba no volvería a ver. Alguien que, excusándole en su educación, su conducta de hoy, no me había dado más que buenos momentos. En resumen, alguien que me había proporcionado un increíble placer y compañía.
- No. -Me dijo mirándome fijamente como no queriendo separarse con palabras de mí- Bueno, no sé. Ahora no, o quizá sí. Quizás sea buen momento, aprovechando el sentimiento que me ha producido lo sucedido, la perturbación que, sin ser la de hace un rato, sigo sintiendo, y marcharme...
- Pero, una cosa ¿eres consciente, ahora, del motivo que te hizo huir de mi habitación? ¿Tienes claro ahora lo que quieres? -Dije tratando de que fuese consciente de sus actos y del motivo de estos. Me seguía mirando, ahora cautelosa, creo que trataba de medir las palabras, le seguía costando y dando rabia dar la razón a las demás.
- Bueno. Sí, creo que te lo mereces. Realmente creo que tenías razón en que huí no tanto por el miedo a que me pudieses abandonar, sino por el temor de haberte sentido abandonada con la perturbación de mis pensamientos. Tal vez no fui del todo sincera contigo, pues no te dije, al menos conscientemente, que mi sentimiento de vuelta era tan real como el amor que sentía por ti. Creo que fue eso y no la duda de tus sentimientos hacia mí lo que me hicieron sentirme tan apesadumbrada, tan egoísta, tan...
- Sabía que llegarías a entenderlo. -Dije finalizando la conversación al tiempo que le besaba.

No hay comentarios: