2010/11/19

La Partida

Ni sé el tiempo que llevaba, ni idea de cuantos días o personas habían pasado por delante de mi a la vera de aquel árbol solitario que se hallaba en el rellano de una curva en mitad del camino hacia un espeso bosque. No pienses que no me costó saber donde me hallaba exactamente, no es fácil poder describir el paisaje donde una se encuentra cuando se es invidente. Unos cuantos paseos para uno y otro lado me costó, tiempo invertido en auscultar lo que me rodeaba, en oler la vegetación que a mi alrededor había. Y tampoco sabría decirte, a pesar del tiempo transcurrido desde entonces, la cantidad exacta que se había pasado. Seguramente porque no era significativo. Qué más darán las fechas si son las personas y los momentos los que se recuerdan... y aquella persona y aquel momento no fueron como las ya vividas, ni lo sería como las que viví posteriormente.

Creo que recomenzaré mi historia. Estaba sentada en aquel rellano, bajo la protectora sombra del árbol que había justo antes de entrar en la espesura. Lugar, en mitad de un camino, que por azar o disposición las personas lo elegían cuando tenían alguna preocupación. Justamente en el punto donde el camino tornaba hacia la sombría espesura de un tupido bosque. En ese lugar era donde la gente solía tomarse un suspiro y, aprovechando que yo estaba allí, solían dedicarme un pequeño coloquio antes de terminar con el giro. Creo que, cuando, tras salir de la ciudad que otras llamaban "oscura" y sentirme perdida en la inmensidad de casi imperceptibles corrientes, sentí que la grandeza del mundo me asfixiaba en el vértigo que me hacía sentir. Recorrí y alcancé aquel mismo punto donde me hallaba ahora mismo sentada; solo que al llegar yo no había nadie allí con quien poder hablar. Me senté, fui descubriendo el maravilloso paisaje que me envolvía mientras sentía que otras personas que viendo parecían mucho más invidentes que yo, pues pasaban a mi lado sin percatarse de mi existencia, adentrándose en el bosque del que ya nunca volvían. Pienso que por eso decidí sentarme en aquel árbol, sentí que el mismo algo que me había llevado hasta allí me había mostrado la función social que desempeñaría.

Buff, a veces pienso que tanto tiempo de soledad, pese a las visitas de las transeuntes me están afectando. En fin. No, aquel día no fue como lo fueron los anteriores, aquel día llegué a conocer a un ser de otro mundo, a una persona diferente, sin temor ninguno al futuro, pero enfrascada en el temor del pasado. Aquella persona, singular, ni más alta ni más baja que otras muchas, ni más sonriente ni menos que las demás. Sin embargo desprendía algo diferente que mi sento percibía enérgicamente. Creo que su forma de andar, la manera en la que saludó al llegar allí y, la que posteriormente utilizó para hablar, me dijeron que esa persona no necesitaba entrar en el bosque, noté que todavía tenía algo disponible que ofrecer a las demás pese a que su situación anímica no le permitiese distinguirlo.

He de reconocer que su forma de hablar se me hizo extraña en un principio y me costaba seguirle la narración cronológica de los hechos que, desde que llegó a este planeta, le habían ido sucediendo. Parecía que más relevancia que los hechos en sí o que las personas que había ido conociendo, tenían las diferencias que encontraba entre estas mismas personas, pues no hacía más que remarcarlas. Tal y como hablaba ella, parecía que hubiese dos grandes e inalienables grupos de personas que distinguía perfectamente con el uso de artículos diferenciados para las representantes de uno u otro grupo. Dedicándole tanto tiempo a la diferenciación me perdía los detalles que para cualquier arreitcola hubiesen sido realmente interesantes y jugosos, pues tenía que estar continuamente pensando a quien se refería con su atribución y distinción genérica de las personas con las que había cohabitado. Para mi, por mi parte y pese a que se esforzase con tanto género, todas las personas me resultaban iguales a su imagen y semejanza; pues es sabido que cada cual se acerca y permanece con quienes encuentra afinidad o símil.

Al final, para describir una conversación de más de cinco contertulias, se pasaba horas exponiendo las ideas de cada una y, a mi parecer, perdiendo el tiempo tratando de recordar si fue él o ella quien dijo "no sé qué". Qué más daría quién dijese qué cosa si cada cual participó y sacó sus propias conclusiones. En fin, las terrícolas son así: En vez de preocuparse por lo realmente importante, por ellas mismas y quienes tienen a su alrededor, parecen tener una mayor preocupación en las características que las diferencian físicamente, ideológicamente, posesiva y empoderádamente. Demasiadas cosas que se me hacían extrañas como para perder el tiempo de mi efímera vida describiéndotelas. Creo que puedes hacerte una idea.

Me resultó curioso también, fuera aparte de la semántica y yendo a lo que relataba, que la primera persona que conociese fuese una viajante de una ciudad cercana que dedicaba parte de su tiempo a la educación; pues esa misma persona se había cruzado en mi camino en la Ciudad Oscura. Y creo que ella fue quien me abrió mi perspectiva de futuro y camino un poco y me impulsó a abandonar así los techos que se nos venían encima y que ya nunca tendría que reparar, para dedicar mi tiempo a conocer a personas que se les caía el mundo encima, seguramente por falta de una conversación y un abrazo a tiempo; en el preciso instante en que lo necesitaban. Bueno, quizás el hecho de que conociese a una persona tan afín no fuese lo que me produjera tanta curiosidad como el hecho de que fuese la persona que tenía delante, tras contarle el viaje hecho hasta Arreit, la que le sedujese y crease nuevas ganas de viajar a la viajera que se había anquilosado en aquella ciudad; la misma que me había destechado a mí y que, ahora, me encontraba a de quién una vez me habían hablado y que era ella quien se hallaba estancada en su camino, a punto de internarse en el hastío bosque de densa penumbra, justo en frente de mí.

Fue en el tiempo en el que estuvo frente a mi, bajo el árbol, cuando me contó las partes de la narración que, hasta ese momento, no eran más que la biografía inconclusa y parcial de una profesora vidente en una ciudad de invidentes, la que previamente, en otra ciudad había tenido grandes experiencias y relaciones, relaciones que, ahora, entendía que terminaron para empezar otras, de esas personas con terceras que conocieron posteriormente. Una tercera persona que, en este caso, me la encontré en primera, frente a mi, narrándolo. Las partes que la terrícola aportaba daban un cambio a una narración lineal de una sola biografía, circunferenciaban la narración convirtiéndola en historia. Una historia de la que mi propia biografía era parte y de la que, otras biografías, de las que tan solo había oído hablar en tercera persona eran partes también. Partes esenciales todas ellas.

La historia tan solo era la esfera moldeada al rededor de un círculo que giraba, o quizás fuese una espiral, quien sabe. Aunque era una parte esencial e, incluso, podríamos decir que crucial de sus vidas, no era representativo de todas ellas ni eran sus biografías en sí mismas. Y pese a ello, no perdía importancia el aporte de cada una de ellas, pues sin ellas no habría historia. Es una pena que hasta ahora que te estoy contando todo lo que viví, todo lo que sentí y lo que vivieron y sintieron otras según me lo contaron, aun no haya conocido a las personas que aparecieron en las escenas más tiernas que te estoy describiendo. Yo tuve las mías en ese tiempo, pero no resulta representativo de esta historia pese a ser representativo de mi propia biografía.

Como te contaba, ella, a su manera, me fue contando la parte de la historia de sus vivencias y, por tanto, de la parte que le llevó a dar este último paseo. Realmente la narración de su propia vivencia, aportando lo que otras me habían contado, me sirvieron para ir haciéndome una idea de lo que fue esa persona, lo que había llegado a ser y lo que podría llegar a ser.

Como explicarte...

Ella fue una persona que había salido y dejado atrás una cultura, muchas vivencias, muchísimas amistades... Diría que era una persona atormentada. Atormentada, seguramente, por no sentirse parte de dicha cultura, por querer y no saber como cambiarla. Una persona que le gustaba viajar y enseñar, no ya como profesiones, sino como hobbies... Supongo que era una persona que había estado buscando respuestas a dudas existenciales propias. Una persona que al enseñar no mostraba nada, sino que cuestionaba todo, incluso aunque le costase se reinventaba a cada paso. No podía ser una persona con un ideal férreo, pero sí con muchos ideales. Una persona que podía enamorarse, pero le faltaba amarse más a sí misma para dejar de dudar tanto de quienes tenía alrededor. Era una persona con afinidades y confiable para con otras, pero sin confianza en sí misma.

Sin embargo, hoy en día, además de todas sus dudas anteriores, había interiorizado muchas más, había tenido un gran proceso de aprendizaje en nuestro planeta. Le habían mostrado formas diferentes de relacionarse, de hablar, de sentirse, de sexualizarse, de no generizarse... Sin duda, ha aprendido. Al mismo tiempo ha abierto cuadraturas y formas de pensar cerradas a ciudadanas de aquí. Ha amado a personas sin importar su sexo, género o condición social. Ahora no es la persona generizada que fue, pese a que todavía lo use a veces en su forma de expresarse, se siente parte afín de nuestra cultura, pese a que, por fin, sea consciente de que no puede quedarse. Ahora tiene un proyecto aunque aun lo cree irrealizable. Siente más confianza en sí misma, fruto de la experimentación en sus vivencias, pues sabe lo que quiere hacer, pero también sabe que le queda mucho por aprender.

Es por eso que todavía no podría decirte si será algo, si llegará a ser algo, pues la no creencia en la realizabilidad de su proyecto es lo que aun la consume en dudas, lo que no le permite tener esa confianza. Lo que, hasta ahora no le había permitido amar como otras personas podrían merecerse, lo que no le permitió anteriormente tratar de desarrollar algo en su planeta y se tuvo que venir a éste.

Las terrícolas, utilizando una de las generalizaciones categóricas que tanto les gustan, no confían en sí mismas. Tratan de evadirse. De ese modo, algunas antes y otras después, han llegado a Arreit; otras, sin embargo, han acabado en otros diferentes planetas. Diferentes, porque diferentes eran sus motivos y expectativas de viaje. Pero, no se han dado cuenta aun, aunque tú si lo hayas hecho, de que en todos los planetas hay un penumbroso bosque en el que internarse por el sendero marcado si no se encuentra el modo de hacerse un propio camino. Creo que en mi bagaje yo hice el mío, la terrícola verá cual ha de ser el suyo; si internarse en el bosque o, por el contrario, ir a un nuevo planeta Tierra, diferente al que había conocido, reinventarlo.

¿Estás pensando que podría volver atrás por el sendero? El camino no puede desandarse...

No hay comentarios: